martes, enero 26, 2010

Las mordazas del Santo Dictador.

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Para quienes crecimos en un país donde no existe prensa alternativa, donde la oposición – si es que hubiese algo que, en rigor, pudiera llamarse así – jamás accede a los medios masivos de comunicación, un país donde todo lo que sale a la luz pública se filtra previamente por un embudo muy estrecho, para quienes vivimos tantos años en la información monocorde y manipulada de los noticieros, el cierre de Radio Caracas TV Internacional no nos asombra tanto como al resto de los mortales.

Hugo Chávez, discípulo avanzado de nuestro dictadorzuelo mayor, ha cumplido muy bien con la tarea para la casa que le dejase su profe. La vasta experiencia fidelista bien le supo transmitir que no es posible mantener el control político por mucho tiempo si antes no se toman algunas providencias, algo extremas pero necesarias, vaya, un par de cosillas como eliminar la libertad de expresión y expropiar la mayor cantidad posible de riquezas, mayorazgos e instituciones.

Tampoco nos resulta ajena la división de la población, el engendro fabricado a partes iguales por la violencia y la intolerancia, que compromete a los ciegos seguidores del caudillo a ejercer el papel de “imagen popular” para la prensa extranjera, además de cortina de humo para el verdadero ejercicio de la represión paramilitar. En Cuba las hordas de la UJC y las Brigadas de respuesta rápida, cuando se produce alguna escaramuza de protesta, gritan cosas como “¡Esta calle es de Fidel!”, o “¡Pin pon fuera, abajo la gusanera!”, mientras en Venezuela los seguidores de Chávez gritan a los estudiantes “¡Se lo decimos, se lo decimos, al comandante no lo tumban los sifrinos!”… Luego de 50 años todavía nuestros talibanes gustan de llamar “gusanos” a los que piensan distinto, mientras que en Caracas se les dice “sifrinos”, muy peyorativamente, a los que en apariencia pertenecen a clases acomodadas y no comulgan con el caos populachero del régimen.

En La Habana mandan a gendarmes de civil para contrarrestar con violencia los brotes de protesta, mientras que en Venezuela mezclan a provocadores asalariados con los manifestantes pacíficos para que lancen piedras, ensucien la imagen de la oposición y de paso causen alguna que otra muerte conveniente para achacar a los antichavistas, y acusarlos de criminales y desestabilizadores de la paz.

El cierre de RCTV Internacional, junto con otros canales de cable que ya estaban molestando demasiado a la dictadura, es apenas el comienzo de un período de instrucción castrista que, a no dudar, puede llegar en pocos años a un diplomado con honores que habrá de incluir nuevos cambios en el sistema electoral, liquidación de los partidos opositores, centralización hegemónica de la economía, las instituciones y los medios de producción a favor de papá estado, una reducción mayor de la libertad de expresión, filtración de páginas de internet, y de seguro, también arreglos a la constitución que garanticen una condena de muchos años, por alta traición a la patria, a quienes se atrevan a opinar en contra de las reglas del juego.

Encima de todo eso, el dictador de la supuesta izquierda siempre terminará apareciendo, ante los ojos de millones de incautos en todo el mundo, como el santo patrono de la lucha antimperialista, como el mesías de la clase obrera que lleva la justicia a los desposeídos en medio de la canallesca desinformación del enemigo burgués. Sus órdenes reaccionarias siempre serán vendidas como medidas inevitables para salvaguardar la paz y las conquistas revolucionarias.

Todo eso, hermanos venezolanos, para Cuba ha sido el pan nuestro de cada día durante medio siglo. Ustedes, Dios mediante, todavía están a tiempo de no terminar como la mayoría nosotros, confinados a vivir en un país en ruinas, o bien desperdigados por esos mundos como parias sin nación.

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sábado, enero 23, 2010

El año del Caballo (III).

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En un comentario de la entrada anterior, el amigo Jorge Ignacio Pérez, hoy radicado en Barcelona y titular del blog Segunda Naturaleza, pero en aquel tiempo periodista cultural de Granma y Bohemia, me ha dicho: “no recordaba lo del video que creo se filmó en el matadero del zoo de 26. Fue muy controvertido por la dureza de las imágenes, pero fue también interesante el recurso multimedia y la sorpresa final de ese recurso”…

El Yoyi se refería a un detalle de la obra, ya descrito muy brevemente, que se convirtió en el aspecto más peliagudo y controvertido del montaje: la reproducción en vídeo del sacrificio real de un caballo, en efecto, en el zoológico de la avenida 26, en Nuevo Vedado, La Habana. Casi al final de la obra, luego del momento representado en el que mi personaje, el cuadrero Basilio, sacrificaba al caballo Cuentabrazas, en una pantalla de televisión el público chocaba con toda la brutalidad del instante en el que un caballo auténtico recibía la puñalada fatal, con los respectivos chorros de sangre, en una edición sin censura donde podía verse al organismo de aquel animal mientras se le escapaba la vida, segundo a segundo.

Todavía diez años después me produce escalofríos recordar aquel vídeo, y estoy seguro de que aquel virtual snuff que la directora, Antonia Fernández, usó para sacudir el peso melodramático de la muerte “teatral”, evidenciando la muerte “real” de una noble bestia destinada al alimento de las fieras, fue lo que en verdad motivaba la toma de conciencia del espectador, más allá de la empatía hacia una desdichada criatura ficticia, y cayendo en cuenta de que la violencia, la deshumanización, el desprecio por la existencia, no son sólo cosa de la imaginación, sino que conviven con nosotros en la vida común.

El testimonio de aquel sacrificio no fue recogido por morbo ni por conseguir un efecto epatante que avivara la polémica y enriqueciera la taquilla. La directora practica el yoga y la meditación, y Yaseff Ananda, el realizador audiovisual que grabó y editó aquel material, no sólo es hinduista sino que su vegetarianismo radical le impide comer incluso un vegetal que hubiera sido accidentalmente tocado por la carne. Imagino el efecto interior que habrá tenido en ellos la comprensión de lo que hacían y la necesidad de, aún a pesar de sus convicciones, ir más allá en la proyección artística y plantar en público el desastre kármico que significa asesinar tan fríamente a otro ser vivo.

En Caracas casi se produce un escándalo de prensa cuando, en lugar del pequeño televisor que usábamos de ordinario, aquel vídeo se proyectó en una pantalla enorme, y no resultó muy extraño que algunos sencillamente se levantaran de sus butacas y se fueran, acaso indignados o con el estómago revuelto. Justamente ellos estaban siendo testigos, en la magnitud de un raro hecho artístico, de una realidad latente en la capital venezolana, una realidad que opacaba con mucho la violencia de un matarife del zoológico. En nuestro primer fin de semana caraqueño, sólo en los cerros que circundan la ciudad – un enclave marginal de favelas muy pobres – sólo entre el sábado y el domingo acontecieron 20 asesinatos, según el noticiero. Caracas es una urbe en la que es imposible caminar después de las ocho de la noche sin la probabilidad de ser asaltado, por cuanto presenciar en carne viva aquel crimen del caballo que había sido clara analogía del hombre, a muchos les produjo el efecto de una bofetada, difícil de reconocer sin admitir antes la violencia dominante de su propio entorno.

Eso es lo que probablemente recuerde Jorge Ignacio, el impacto que producía en el público el entendimiento de que no sólo se trataba de un texto henchido de emoción, sino que su contenido, gracias al enfoque documental inserto en la historia misma, lo volvía sorpresivamente cercano, palpable, cotidiano.

Estoy seguro de que, también por aquella característica hiperrealista en un marco metafórico y filosófico, fue que Historia de un caba-yo terminó siendo un fenómeno de singular trascendencia para la escena cubana a comienzos de este siglo. La violencia y la intolerancia se resisten a dejarnos en paz, y nuestro país, el sitio para el que originalmente fue concebido el espectáculo, aún sin ser tan explícitamente violento como la capital venezolana, de igual manera nos ha restringido por años el humano derecho a ser un YO liberado de la posesión ajena.
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También nosotros hemos sido Cuentabrazas, el pinto castrado.
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viernes, enero 22, 2010

El año del Caballo (II).

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Después de diez años del estreno de Historia de un Caba-yo, más de la mitad de su elenco se ha mudado al extranjero. Algunos se mantienen en el Buendía, que de cualquier manera sigue siendo una compañía de elevado prestigio internacional y con ello sus miembros tienen la rara ventaja de poder viajar con frecuencia fuera de la isla. Alberto, que subió el vídeo del estreno a youtube, me habló desde Alemania y sólo entonces caí en cuenta de cuántos de nosotros ya no estamos participando más de la escena nacional, ni de los festivales de Camagüey o de La Habana, y que la nostalgia por los días de Historia de un caba-yo también es la nostalgia por nuestra patria perdida.

Mucho se escribió de la obra en la prensa, tanto dentro como fuera de Cuba. Todos concordaban con el regreso del espíritu reflexivo, de la fibra emocional, a la escena cubana. El texto y la puesta en escena redondeaban aquel aspecto de humanidad que por analogía emanaba desde la tragedia del caballo, el Cuentabrazas de Tolstoi, y que no era otra cosa sino un espejo de las ambiciones del hombre mismo. En lo personal, la vuelta al universo ruso, ese que desde niño me había sido tan inculcado por la colonización soviética y el influjo de mi padre militar, siempre de regreso a la URSS, me devolvió un pedazo perdido de mi infancia, sin necesidad de visitar al psicoanalista.

No sólo el paltó, aquel abrigo ruso que tanto calor inyectaba en pleno verano habanero, o los remanentes del idioma ruso, de cuando los camilitos y las series de televisión, también la hermosa canción folklórica que nos trajo Gustavo Pita – políglota, profesor de filosofía en el ISA y maestro de Aikido – aquella que cantábamos mientras en una pantalla se proyectaba el sacrificio real de un caballo en el zoológico, todo aquel panorama ruso se nos mezclaba con el presente posmoderno, incierto, sin amo pero sin patria, un presente en el que la descomposición del bloque socialista ya apenas nos dejaba en la boca un ligero regusto por la necrofilia cultural.

No puedo quejarme del año 2000. Como actor estuve en la obra que barrió con los premios del Festival Nacional de Camagüey, causando además un impacto rotundo en un evento de teatro tan descomunal como el de Caracas, y como director, con La Octava Puerta, me fue igual en el Festival de Pequeño Formato de Santa Clara, y la cuerda me duró hasta clausurar el de Miami. Pero pudimos haber llegado un poco más allá, pues nos invitaron al Festival de Jerusalén, y nuestras autoridades lo impidieron, aparentemente para protegernos del malvado sistema israelí, aliado de Bush y en pique constante con los palestinos que Fidel Castro siempre defendió a capa y espada.

Cuando ya nos imaginábamos actuando cerca del Huerto de los Olivos, pisando tierra santa, nuestro gobierno disfrutó fastidiando a los patrocinadores de Israel, aún teniendo que pagar, por nosotros y por el Ballet Nacional de Cuba, una suma escalofriante a causa de aquel politizado y majadero incumplimiento de contrato.

En momentos como aquel, además de experimentar el goce de quien produce arte, no podíamos sino sentir en lo más profundo aquellas palabras de Cuentabrazas, el corcel pinto, protagonista de la historia, cuando decía: “Mi caballo”, nadie puede decir “mi caballo”, como nadie puede decir “mi tierra”, “mi aire”, “mi agua”, ¡yo soy un caballo libre!...
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(Continuará…)
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jueves, enero 21, 2010

El año del Caballo (I).

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El 2000, según el zodíaco chino, le tocó al año lunar del dragón, aunque para el teatro cubano no fuese exactamente así. El 2000 en el teatro de la isla fue, sin lugar a dudas, el año del Caballo.

Flora Lauten, la directora general del grupo Buendía, andaba de viaje, así que unos cuantos actores con ganas de trabajar acudieron al llamado de Antonia Fernández, nieta de la gran Rita Montaner y brillante actriz ella también, para acometer una nueva versión del relato de Tolstoi, Historia de un caballo, a partir de la misma versión teatral de Mark Resovski que ya había usado el maestro Vicente Revuelta en los años ochenta, para su histórico montaje en Teatro Estudio.

Yo había llegado al Buendía justamente desde Teatro Estudio, poco tiempo atrás, y mientras trabajaba en el montaje de La Octava Puerta, con el actor José Antonio Alonso, supe que uno de los actores del elenco original de Historia de un Caballo había abandonado el proyecto cuando apenas se empezaba a montar la obra, así que me hablaron para que lo sustituyese y me incorporase al trabajo recién comenzado. Nada indicaba entonces que aquella puesta en escena llegaría a ser una de las más celebradas y premiadas en el teatro moderno cubano. No éramos más que un grupo de actores jóvenes siguiendo a Antonia, también joven, sin un centavo de presupuesto, y aprovechando el espacio que la directora general no usó por unos meses, por encontrarse fuera del país. Apenas nos veíamos como un grupo de chamacos embalados, tratando de contar una historia con dignidad, usando para ello trapos reciclados, telones de saco y unos pesadísimos troncos aserrados que habían quedado, en la acera frente al grupo, después del último ciclón.

El teatro nacional llevaba unos cuantos años debatiéndose en la lucha por la modernidad. Los oscuros años setenta habían quedado atrás, habíamos ganado la batalla contra el realismo socialista, pero el retraso conque nos marcó la era del pavonato aún nos tenía recuperando terreno perdido en la experimentación y la transgresión teatral. Teatro del Obstáculo, el Buendía y Teatro El Público, cada cual con su estilo y medios expresivos propios, eran algunos de los grupos que se pasaron los noventa reafirmando la fe en la vanguardia teatral y en el arte minucioso de las formas escénicas. Quizás por ello, ya con el nuevo siglo pisándonos los talones, nuestra escena estaba reclamando a gritos un regreso al universo de los sentimientos, de la reflexión y la emoción más allá de la perfección formal o los golpes de efecto que sacudían a la pacata moralidad socialista.

Historia de un caba-yo, que así terminó titulándose la nueva versión, desde su mismísimo estreno y ante los ojos casi underground de los curiosos que fueron a verlo en aquella sede del Buendía – una antigua iglesia ortodoxa abandonada por sacerdotes griegos a comienzos de la revolución – se convirtió en un suceso teatral que reclamaba la total entrega emocional por parte de sus espectadores. Aparentemente, la humildad con la que habíamos trabajado tan duro, sin esperar reacciones espectaculares por parte de la crítica o las autoridades culturales, nos había labrado el sendero del Tao hasta ascender, casi por sorpresa, hasta los premios teatrales más importantes del año, giras nacionales e internacionales y una invasión de público a las salas donde se presentó, con la que sólo podían rivalizar las obras de enganche populista o de provocación moral y cuasi pornográfica.

Pero no sólo el brote de los sentimientos alzó la vara de aquel montaje, también la dinámica de un grupo donde el talento se daba de la mano con la más sincera amistad. Luego de una década de aquel suceso, todavía quienes participamos de él, seguimos siendo grandes amigos. Muchos nos mudamos lejos, otros se quedaron, pero no me queda dudas de que todos, sin excepción, de alguna manera seguimos viviendo en aquel viejo establo ruso que se armó en el Buendía, a comienzos del siglo, con unos cuantos trapos reciclados, telones de saco y algunos troncos de árboles caídos en un ciclón.
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(Continuará…)
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viernes, enero 15, 2010

El sismo de Mazorra.

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Mientras el comandante se deshace en críticas al mal manejo que hace el capitalismo de la ecología, el cual, según él, provocó el sismo en Haití, en sus propias narices otro terremoto, el del desastre económico de un sistema que no se sabe si es socialista, capitalista o feudal, acaba de cobrarse una veintena de vidas en el Hospital Psiquiátrico de La Habana.

Según la nota de EFE, ayer la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN) denunció la muerte por hipotermia de al menos veinte pacientes, durante el más reciente frente frío que hizo bajar hasta 3,7 grados la temperatura en aquella zona de Boyeros, en La Habana.

El famoso hospital de Mazorra ha vuelto a parecerse a aquellas imágenes republicanas de depauperación, con los pacientes desprotegidos, ahora sin suficientes frazadas conque resguardarse del inesperado frío, además del consabido robo cotidiano de su cuota alimenticia, por parte de los trabajadores del hospital, que ya de por sí les sacaba buena parte de nutrición y energías para afrontar situaciones ambientales imprevistas. Las ventanas rotas y la indolencia de un gobierno que se preocupa más por su imagen mesiánica que por el costo real - ahora también en insólitas muertes de hipotermia en pleno trópico - de su inoperancia, provocaron este desastre tan lamentable.
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En su más reciente reflexión, el jefe del Partido Comunista se vanagloria de la ayuda que el gobierno cubano le envía a los damnificados de Haití, en tanto ese mismo gobierno manda tropas del Ministerio del Interior a acordonar el Hospital Psiquiátrico de La Habana, para que el DTI averigüe lo que todos sabemos, y ni una palabra en los medios de prensa nacionales de lo ocurrido. Ya bastante trauma tiene el pueblo de Cuba con la tragedia de Haití, como para que el Granma lo ande preocupando por unos cuantos muertecitos más.

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UP-DATE:
El viernes, en el noticiero de televisión, finalmente informaron, en una nota oficial a la población cubana, acerca de lo ocurrido en el Hospital Psiquiátrico, y como ya nos avisaba un anónimo en uno de los comentarios a este post, en efecto las víctimas sumaron 26.
Tal y como era de esperar, las autoridades van a concentrarse en los culpables de menor categoría, para que estos sean sometidos a los tribunales y condenados, mientras los culpables grandes, los causantes de la precaria situación económica y la depauperación del sistema de salud en las isla, esos, seguirán libres y gobernando.
No podemos descartar una eventual reflexión de nuestro comandante, en la cual se acuse al bloqueo imperialista por entorpecer el abastecimiento de material médico al país, y por lo tanto, ser los causantes directos de estas 26 insólitas muertes. Si durante años ha culpado a la Ley de Ajuste Cubano por los miles de balseros ahogados en el estrecho de La Florida, la muerte de unos loquitos más o menos también se los podrá sacar de la conciencia, igual de fácil.
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martes, enero 12, 2010

Pequeña colección de trapos sucios.

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Rine Leal, el más grande investigador teatral cubano y maestro del ISA – ya fallecido, lamentablemente – una vez me dijo que llevaba varios años buscando la constancia, en algún periódico en biblioteca, de un discurso de Fidel Castro, de los sesenta, donde este había pronunciado públicamente su deseo de que las cercas de la UMAP (un campo de concentración criollo para desafectos, religiosos y homosexuales), fuesen “más altas que las de Auschwitz”… Rine era experto en rescatar arqueologías bibliográficas, esas que le sirvieron para su monumental compendio del teatro cubano La selva oscura, además de haber sido un fino denunciante de los atropellos a artistas e intelectuales durante el Quinquenio Gris, y rescatador de la obra del dramaturgo mayor, Virgilio Piñera, una obra aplastada por el oficialismo; pero quizás porque sus últimos años los pasó en Colombia, finalmente no tuvo chance de hallar la constancia impresa de tamaña afirmación presidencial en épocas de ciega persecución estalinista.

Momentos de lucidez fascistoide como ese, quizás aguarden en algún rincón polvoriento de la Biblioteca Nacional antes de que sean rescatados para la buena salud de nuestra memoria histórica, esa memoria isleña que a menudo suele ser en extremo olvidadiza y consentidora. No obstante, sí ha quedado constancia de otras barbaridades discursivas, emitidas en medio de éxtasis de poder y ante miles de aplaudidores con el cerebro pasado por detergente.

Durante el acto conmemorativo por el XV aniversario del Ministerio del Interior, el 6 de junio de 1976 – curiosamente cinco meses exactos antes de la voladura del avión de Cubana en Barbados, un sabotaje brutal provocado por extremistas anticastristas – nuestro comandante expresó, sin el menor asomo de pudor: “Si el estado cubano se dedicara a hacer terrorismo (…) creemos que realmente seríamos eficaces terroristas (TODOS LOS ESPECTADORES EN EL KARL MARX, APLAUDEN PONIÉNDOSE DE PIE) ¡Que nadie se imagine otra cosa! Si nos dedicáramos al terrorismo, con toda seguridad seríamos eficientes. Pero el hecho de que la revolución cubana nunca ha aplicado el terrorismo, no quiere decir que renunciemos a ello, ¡lo advertimos!...”

Sabido es que la participación del gobierno cubano en aventuras terroristas, codo a codo con las FARC, la ETA o los Tupamaros, deja buena constancia de que el comandante no estaba hablando por hablar en aquella memorable ocasión, aunque recientemente, luego de la crisis mundial por las Torres Gemelas, se llenase la boca para reclamar por la libertad de sus cinco espías “luchadores contra el terrorismo”, criticando la hipocresía de Bush con aquella paradoja del “terrorismo bueno” y el “terrorismo malo”.

Pero las frases vehementes llenas de falsedad, sobre todo en discursos viejos que casi nadie recuerda, se remontan a los inicios de la propia revolución. El 9 de abril de 1959, en una entrevista para la cadena NBC, en idioma inglés con su característico acento latino, aclaró muy severamente: “…No soy comunista. No estoy de acuerdo con el comunismo. Mis actos prueban que hay libertad de prensa en Cuba…”

Ya sabemos la clase de libertad de prensa que existe hoy día en nuestro archipiélago, una situación que él mismo caracterizó muy bien en otro discurso sesentero en los Estados Unidos, también en inglés: “…Lo primero que hacen los dictadores es acabar con la libertad de prensa, establecer la censura. No hay ninguna duda acerca de que la prensa libre es el principal enemigo de la dictadura…”

Por eso no asombra mucho cuando reaparecen declaraciones de Hugo Chávez, hechas en los albores de su era presidencial en Venezuela, cuando un periodista le pregunta: ¿Para usted Cuba es una dictadura o no lo es?, y él muy tranquilo reconoce: Sí, es una dictadura… Y como buen discípulo de nuestro paisano autócrata, también parece una entelequia fabricada en 3D cuando, en esa misma entrevista, aseguraba que la libertad de prensa se mantendría en Venezuela, que entregaría el poder a los cinco años y que no se nacionalizaría ninguna empresa.
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¿Mentiras piadosas? ¿Socarronería política? ¿Sinvergüencería a pulso?... Cada quien podrá sacar sus propias conclusiones en tanto pueda comprobar, con sus propios ojos, que por ahí los hay mejores que Walt Disney para componer fantasías dedicadas a las más incautas audiencias del mundo.
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Las pruebas que nunca se verán en la Mesa Redonda de Cubavisión.
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jueves, enero 07, 2010

Médicos en fuga.

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Para el gobierno cubano no hay nada peor que un médico o un deportista que decide quedarse a vivir en otra parte. Los artistas y escritores… pase, son bohemios y alocados, a menudo propensos a expresarse libremente en público y si se quedan afuera, mejor, uno menos. Pero los médicos y deportistas son la más efectista y dócil bandera que tiene el estado para divulgar por el mundo las bondades de la utopía tropical. Cuando un artista “deserta” en una gira, nunca será tan doloroso para el Comité Central del Partido como cuando lo hace un médico en una “misión”, porque los médicos son soldados espartanos atados con juramento de sangre al mástil de la bandera nacional.

El primer parto de Roberto en El Labrador.

Roberto llevaba una década y pico trabajando en Sudáfrica, arriesgándose día por día a contraer el silvestre SIDA con una simple salpicadura de sangre en un ojo, y junto a su familia, con esfuerzo y paciencia, había hecho ya un hogar en aquel país. Su hija menor había nacido allí, sin embargo no podía tener la nacionalidad de la tierra donde nació, gracias a un acuerdo entre gobiernos, un acuerdo ilegal que le quitaba a los médicos cubanos el derecho a la residencia permanente, aún si llevasen más tiempo viviendo allí que otros extranjeros que sí la obtenían. Roberto y otros muchos médicos decidieron no regresar a vivir a Cuba, y lo que en cualquier parte habría sido recibido de buen grado, con el derecho que otorgan los años de vida y servicio en cualquier país, en el caso de ellos sólo pudo resolverse mediante un extenso proceso judicial. La ley sudafricana finalmente les concedió la razón, y los médicos cubanos pudieron obtener su merecida residencia.

Roberto había cumplido, con creces, con la nación que lo formó. Antes de viajar a Sudáfrica había pasado sus tres años de servicio social en las montañas de Oriente. Y los lustros siguientes los gastó en las orillas de la selva sudafricana, curando a gente muy pobre, a menudo gente violenta. Su decisión de cortar el cordón umbilical era más que legítima, sin embargo fue demonizado por su propio gobierno cuando se negó a regresar a la isla, y con otros tantos colegas, permanecer en el país donde había criado a sus hijas. Porque no hay nada más vergonzoso para el fidelismo que un médico-soldado-esclavo al que, de pronto, le nace voluntad propia y se niega a obedecer las órdenes de sus generales.

Hace poco Roberto se mudó al Canadá, acaba de hacer su primer parto en la Península del Labrador, donde las nieves son casi eternas, sigue curando gente, tiene un blog de poesía, y a la felicidad de su familia sólo le falta la suerte de poder visitar un día su tierra, de pasar unas vacaciones con parientes y amigos, de mostrar a sus hijas crecidas aquella ciudad donde sus antepasados vivieron y amaron. Pero eso por el momento no es posible, puesto que el pasaporte cubano no alcanza para atravesar la aduana del aeropuerto habanero. Roberto y su familia son desertores, traidores, escoria.

La noticia de hoy.

Siete médicos cubanos abandonaron la misión en Venezuela, y llegaron a Miami tras sobornar en el aeropuerto de Maiquetía a funcionarios de todo tipo, venezolanos y cubanos. Tres mujeres y cuatro hombres pagaron miles de dólares a los únicos que podían plasmar el sello de salida en sus pasaportes, una cadena de corruptos servidores incondicionales del castrismo y el chavismo.
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La noticia es que por primera vez hay pruebas que apuntan a funcionarios del gobierno cubano, que cobran y regatean sus beneficios con los “desertores”, porque la propia fuga de médicos hace rato que no es tema de primera plana, un doctor cubano que cruza fronteras a hurtadillas ya resulta un acto cotidiano en cualquier latitud. Unos se niegan a volver de Sudáfrica, otros cruzan la frontera de Haití a la República Dominicana, de Nicaragua a Costa Rica, de Guatemala a México, de Irán a Armenia… Y lo hacen sabiendo que nunca más serán considerados ciudadanos de la nación cubana, que en lo adelante serán tratados, por su gobierno, como desertores, como traidores, como escoria.

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Dos de los médicos cubanos que recién llegaron a Miami, desde Caracas,
luego de sobornar a funcionarios cubanos y venezolanos.
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lunes, enero 04, 2010

Las letras del año.

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Enero ha dicho basta y ha echado a andar, y también místicos serios y charlatanes caraduras en todo el mundo se enfrascan en las predicciones para el 2010, atiborrando a los medios con vaticinios que van desde los amores de Luis Miguel hasta la muerte de estadistas. En los programas de televisión comparecen chanchulleros, como un señor “especialista en Feng Shui” que ayer en Televisa aconsejaba rodar un coco seco por cada esquina de la casa.

Otros eventos adivinatorios se toman más en serio, como la esperada Letra del Año de los babalawos cubanos - los más altos sacerdotes de la magia afrocubana - quienes se reúnen en diciembre para determinar todo lo que va a regir en el año entrante, según los rituales de la Regla de Ocha. Hasta ahí todo bien, los cubanos en general somos propensos a cohabitar con los orishas africanos, aún cuando no todos compartamos la militancia santera ni tengamos padrinos de religión. Pero la cosa se nos complica con los diferentes liderazgos religiosos, esos que, aparentemente siguiendo los mismos rituales, sacan a la luz pública premoniciones algo diferentes.

Por una parte, la prensa del mundo hispano ha reproducido con entusiasmo la letra que sacaron en la Comisión Miguel Febles Padrón, desde su templo en 10 de Octubre, La Habana, y menos la que determinaron los miembros del Consejo Cubano de Sacerdotes de Ifá, representados por la Asociación Cultural Yoruba de Cuba. Los primeros anuncian como signo regente a Baba Eyiobe (Doble Salvación), a Obatalá como divinidad regente, acompañado de Oyá, mientras que los segundos determinaron que el signo es Obesa, con Yemayá a cargo, acompañada de Shangó.

Los primeros previenen, entre otras cosas, sobre cambios rotundos en el orden social, alto índice de muertes en personalidades públicas (tanto políticas como intelectuales y religiosas), y a las catástrofes ecológicas se les adiciona “traición y usurpación de derechos en las altas esferas del gobierno”, en tanto los del Consejo de Sacerdotes parecen concentrase en predicciones de tipo doméstico o laboral, tendientes a avisar sobre envidias, males de salud y problemas familiares.

Los de Diez de Octubre funcionan como una comisión que emite la letra del año con antecedentes que se remontan a comienzos del siglo XX, en tanto los del Consejo de Sacerdotes de Ifá, que radican en La Habana Vieja, pertenecen al Ministerio de Cultura, con página web hospedada en el propio ministerio, y el presidente de dicha Asociación Yoruba de Cuba, el saxofonista de Tropicana Antonio Castañeda, forma parte de la Asamblea Nacional, ocupando un puesto de importancia en el parlamento. "Los presidentes son puestos por Olodumare. ¿Cuantas brujerias le habrán hecho a Fidel? Pero no le llegan, porque Olodumare dice que él es el que tiene que estar ahí y, como él esta ahí, es intocable (…) Yo quisiera que Fidel estuviera al frente siempre", dijo una vez Castañeda en una entrevista a Reuters.

La comisión - que comenzó en 1986 bajo la dirección del olúo Febles Padrón, awó Odi Ka, retomando la metodología original - es reconocida por haber hecho grandes vaticinios como el de la Tormenta del Siglo, en 1993, en tanto no hay registros de adivinaciones importantes por parte de los del Ministerio de Cultura.

No obstante parecer a primera vista que los de la Asociación Yoruba, por su estatus oficialista, son más propensos a tirarle la toalla al gobierno, al menos consta que uno de los grandes babalawos que ofrecieron la conferencia de prensa para anunciar la versión de letra de la comisión, Víctor Betancourt, participó en el 2008 en una ceremonia – convocada por las autoridades, según su propia declaración de entonces – donde se plantó una ceiba, se tocaron tambores y se sacrificaron animales en honor del comandante, el día de su cumpleaños 82, y pidiendo mejoría para su salud, aparentemente con excelentes resultados. Este año comienzan alertando sobre catástrofes de estado en el mundo, y sobre todo, muertes de dirigentes nacionales, un vaticinio específico que muchos han querido descifrar como el tan esperado repliegue al Hades de Fidel Castro, ofreciéndonos acaso una alternativa de interpretación política más equilibrada entre la conveniencia personal y el compromiso con la historia, pero aún con la sombra de que el propio comandante, incluso en los años en que patrocinaba la mayor persecución religiosa en contra de su propio pueblo, siempre mantuvo lazos estrechos con algunos de los más renombrados babalawos cubanos, consultándose con ellos y apoyándose en sus “trabajos” para conservar la vida y el poder.

Aunque como dijera Frank Delgado en su canción Johnny el babalawo: “Ay padrino, vea que salación / la Regla de Ocha también tiene su inflación”, todavía nos queda el recurso de esperar un año, y vernos aquí en enero del 2011, para comprobar cuál de las dos posibles letras yorubas era la acertada, si es que alguna lo fue, a fin de cuentas.

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Conferencia de la Comisión Miguel Febles Padrón, con babalawos de renombre
como Víctor Betancourt, Guillermo Diago y Lázaro Cuesta. En la extrema derecha,
la investigadora Natalia Bolívar, autora del best seller "Los orishas en Cuba".
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