martes, abril 27, 2010

Vienen, vienen, vienen los payasos...

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El pasado domingo, mientras el Gran Circo de los Comicios tenía lugar en nuestra isla, con el antiguo cántico de “las elecciones más democráticas del mundo”, en las cuales se lucieron los acróbatas políticos que desde hace cincuenta años se las han ingeniado para seguir en lo alto del trapecio sin caerse - bastante viejitos ya para esas andanzas, pero con mucha maña para aferrarse a lo más alto de la carpa -, mientras los magos del Partido Comunista hacían su mejor número, el de desaparecer al Congreso por tiempo indefinido y en su lugar, aparecer ellos, nuevamente, como los jefes del gobierno, disfrazados con las vistosas lentejuelas del traje de parlamento, los payasos, sin embargo, fueron enviados a repudiar a las Damas de Blanco en el barrio habanero de Miramar.

Mostrando sus números más decadentes, gritando a las señoras esposas y madres de los presos políticos con la pesadez característica de los payasos rusos en la época de Stalin, cosas como “Qué cosa representa a qué, madre de quiénes, una pila de descaráos es lo que son y ellas son las primeras igual, que por cuatro pesos de mierda son capaces de vender hasta el c… (bip)”, haciendo monerías con la lengua sin cepillar, riéndose mutuamente las sangronadas o poniendo tarritos, en divertido domingo circense de impotencia y agresividad.

Los payasos fueron aplaudidos por sus mentores, los compañeros del Ministerio del Interior, quienes también los premiaron con cuadritos de azúcar y pasaron a ejecutar su número de malabares cuando comunicaron que no se puede hacer manifestaciones sin un aviso previo de tres días (tres días son suficientes para alertar al equipo de payasos y que lleguen en manada a repudiarlas), y cinco metros y medio para marchar, no más que eso, que los payasos se cansan con tanta monería por 5ta Avenida debajo de ese sol que les derrite el maquillaje. La tarde de circo terminó con el especial de ilusionismo, donde las Damas de Blanco fueron metidas en una guagua mágica, y desaparecidas de Miramar.

El público en general, el pueblo de Cuba, como siempre, presenció el evento circense, y no le quedó más remedio que aplaudir en silencio. A nadie le gusta que un mago venga y lo desaparezca.

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lunes, abril 26, 2010

Diana y los cubanos.

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Diana se había hecho bailarina contemporánea en Hermosillo, en años previos a la caída del muro de Berlín. Formada por artistas de generaciones anteriores, devotos militantes a favor de Fidel Castro, el Che Guevara, el Sub-comandante Marcos o cualquier ícono similar de redención latinoamericana y antimperialismo, creció rodeada de gente incondicional a la pequeña isla bloqueada y hostigada por el imperio. Con el impulso de Beatriz, su maestra de danza, se aventuró hasta La Habana - como parte de la compañía Truzka, para asistir a un Congreso Internacional de Enseñanza Artística en pleno apogeo de la crisis cubana - a comienzos de los noventa. Allí la conocí, a ella y al resto de los entusiastas bailarines sonorenses, y mi encuentro con ellos no fue por otra cosa sino por la triste coyuntura del hambre. Sí, del hambre. Participé en aquel congreso, en el Palacio de las Convenciones, porque con sólo cincuenta pesos moneda nacional y un taller que impartiría, tendría garantizado el almuerzo durante toda una semana.

Diana llegó un poco tarde al epicentro de las leyendas libertarias. Conoció una Habana destruida, miserable, desequilibrada, una ciudad con habitantes que habían cambiado la esperanza por la evasión, una capital cubana con gobernantes que ya no exhortaban al sacrificio en pos de la felicidad, sino que intentaban convencernos de que la felicidad se hallaba en el sacrificio.

Su amor por Cuba, alimentado desde años atrás por los románticos seguidores de la gesta guerrillera, creció mucho más, aunque siguiendo su propio cauce. Comprendió que sus predecesores adoraban más al símbolo del barbudo discurseando en la ONU que a la masa empobrecida que ya no tenía más remedio sino aguantar a los intransigentes líderes. Comprendió que en La Habana había muchas cosas de las que no se podía conversar en alta voz, que su condición de extranjera la colocaba en un lugar privilegiado por sobre la nativa grey discriminada, y que aquellos simbólicos revolucionarios que cambiaron al mundo se habían vuelto unos rechonchos dictadores burgueses negados a predicar con el ejemplo.

Diana regresó a Cuba muchas otras veces. Pero no se hospedó más en el Hotel Presidente. Diana se quedó en casa de un buen amigo, crítico de danza, en Lawton, a veces también en la ruinosa sede de mi grupo de teatro, en Marianao. Conoció de cerca las perpetuas carencias materiales del cubano de abajo, montó en la parrilla de mi bicicleta china cuando no había en qué moverse y supo lo que era comer arroz malo, pasta de oca, pizzas sin apenas queso y croquetas de sabe dios qué. Supo lo que pensaban artistas, mecánicos, santeros, gastronómicos, profesores del ISA, amas de casa y hasta instructores de artes marciales del Barrio Chino de Centro Habana. Nadie le tradujo las opiniones populares al idioma oficial, nadie la llevó a recorrer el Polo Científico ni le presentó un espectáculo de La Colmenita con niños discapacitados en el marco de una fecha patriótica.

Su amor por Cuba ha perdurado con el paso de los años. Su amor por la verdadera Cuba - no por aquellos que pretenden representarla ante la ingenua mirada de una izquierda iberoamericana que se resiste al desencanto con uñas, dientes y consignas - hizo que años después, cuando con esfuerzo y capacidad llegó a ocupar un alto cargo en las instituciones culturales del estado de Sonora, ayudase a muchos artistas cubanos a respirar de este lado de la aduana. Muchos optaron por permanecer en México, legalizándose y listos para aportar talento a la sociedad que los acogió, otros, también gracias a ella, recibieron contratos razonables para presentarse en eventos importantes, acordes con su calidad, y regresar a la isla sin ser explotados como virtuales esclavos.

Así, sin alharaca, ayudar a muchos compatriotas a sobrevivir ha sido para esta sonorense una cuestión de honor. Y en tanto la historia de seguro pasará la cuenta a los izquierdosos empedernidos que ocupan la acera opuesta a la nuestra, vociferando a favor de dictadores y autócratas, personas como Diana Reyes serán bien reconocidas en el futuro por una nación cubana libre de vagas utopías y estúpidas trincheras ideológicas.

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sábado, abril 24, 2010

Ya tenemos Brigada de Respuesta Rápida en Buenos Aires.

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Cuando Hilda Molina trató de presentar su libro Mi verdad, en la Feria del Libro de Buenos Aires, debió sentir que había sido trasladada de golpe a La Habana. La verdad que trató de presentar la doctora cubana, su verdad – que no por casualidad es también la verdad de muchos de nosotros – fue interrumpida por manifestantes airados que repetían la consigna ¡Cuba sí, yanquis no!, como si la histórica tirantez entre la isla caribeña y su potencia rival favorita tuviese algo que ver con los avatares de esta señora que pasó quince años tratando de viajar a la Argentina, a encontrarse con sus parientes, mantenida como rehén político por su postura respondona.

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Los miembros del Movimiento Argentino de Solidaridad con Cuba, unidos a estudiantes universitarios, parecían haber leído y seguido con devoción la reciente circular que algún diabólico ordenanza del gobierno cubano pasó a los centros de trabajo, instándoles a responder con violencia y grosería cualquier manifestación contraria a sus dogmas, y extendiendo hasta más allá de la cruz del sur la intolerancia y el ciego furor totalitario que todo lo convierte en maniobra imperialista. Sólo les faltó portar los indicados palos, cabillas y cables para reducir a la señora sexagenaria al mejor estilo de la porra fidelista.

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No deja de ser curioso como aún mucha gente izquierdista de corazón o izquierdosa por moda se mantiene aferrada al mito de una revolución cubana inexistente, en franco desconocimiento de los matices más decadentes que deslucen a nuestra sociedad isleña actual. No deja de ser interesante la manera en que siguen relacionando a los Castro con la izquierda, y como esos argentinos que sufrieron en carne propia una dictadura brutal, son incapaces de ver las similitudes del gobierno cubano con la filosofía de Videla, o el trasfondo fascista de los dictadorzuelos tropicales con esa manía que tienen de tapar bocas y encerrar personas. En todo caso ese Movimiento de Solidaridad con Cuba ignora que, en la práctica, su solidaridad se la quitó a Cuba y se la dio al gobierno castrista. Ellos, como los gallegos socialistas en Santiago de Compostela hace pocas semanas, no se detienen a pensar que no suele haber cubanos de su parte en las protestas, entre los muchos que emigran y comparten el pan con ellos, y que sus consignas tienen ya medio siglo de vida, en un mundo que ha cambiado ya demasiado en torno a ellas.

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Ninguno de ellos, empero, se animará a favor de los Castro al punto de irse a vivir a Cuba, ese faro guía de Latinoamérica, ejemplo de verticalidad ante la prepotencia gringa y modelo de sociedad ejemplar para los hijos del deshumanizado capitalismo, ninguno de esos porteños enardecidos renunciará a sus bifes de lomo, a su metro, a su internet, para conformarse con el picadillo de soya, el camello y el mercado negro del cubano medio.

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No es para tanto ¿verdad, pibes?

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miércoles, abril 21, 2010

Ellos no tendrán su serie de televisión.

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A principios de los ochenta la televisión cubana estrenaba una serie, en la que el excelente actor Enrique Molina interpretaba a un maestro cubano que, poco tiempo antes, había sido asesinado, por la contra nicaragüense, en la comarca de Aguas Sacras. Águedo Morales se convertía en mártir de la revolución, y todos nos conmovimos con aquella escena en la que Carlos Otero lloraba con Molina entre sus brazos, un preámbulo de homenajes que siguió con decenas de escuelas en todo el país bautizadas con el nombre del fallecido maestro pinareño. Todo con tal de denunciar a la contrarrevolución, a sus patrocinadores norteamericanos y de paso, propagar los valores altruistas del “internacionalismo proletario”.

Pero muchos otros cubanos han muerto en tierras extranjeras sin que por ello reciban la menor mención en la prensa nacional. Muchos médicos fueron asesinados en Venezuela en los últimos años, y sólo recientemente el ministro de Salud Pública reconoció, sin demasiados detalles, que 69 médicos cubanos han muerto, hasta el momento, en la llamada Misión Barrio Adentro. La prensa de la isla nunca reportó tamaña cantidad de bajas, como tampoco cuenta de los más de 1.500 médicos que han desertado cruzando la frontera colombiana.

Ya existía una placa, en el Centro de Diagnóstico Integral Salvador Allende, de la capital venezolana, recordando a los primeros 68 que murieron “en cumplimiento del deber”, pero hasta allí nunca llegaron los muchos reporteros que envía el Sistema Informativo para exaltar la generosidad de la revolución, hasta allí no mandó el ICRT a un equipo para recolectar información acerca de Rosa María Christy Labañino, asesinada de un escopetazo por un menor de edad, o de Carlos Ordóñez Pedroso, ejecutado por ladrones, o de Raquel de los Ángeles Pérez, apuñalada por un drogadicto, para con ello armar una serie dramatizada donde los cubanos actuales nos identificásemos con ellos, con otro montón de muertos, o con las tantas doctoras violadas en los marginales cerros de Caracas.

No le va a tocar nunca a Enrique Molina encarnar a Luis Reinier Fuente, víctima de asaltantes que forzaron el módulo donde trabajaba, en Villa de Cura, y sólo porque el doctor no fue asesinado por la CIA, la contrarrevolución o algún terrorista enviado por Posada Carriles. Para el gobierno cubano tiene más importancia propagandística un turista italiano muerto en el atentado de un hotel habanero, que siete decenas de compatriotas, enviados como carne de cañón a los más peligrosos rincones venezolanos, sin la debida protección y sin más estímulo que viajar fuera del país para escapar en cuanto sea posible, o al menos, para hacerse de algo de pacotilla conque escampar la perpetua crisis nacional. En eso estaba Rosa María Christy, comprando ropa para mandar a su hija de siete años, cuando fue asaltada. La niña huérfana nunca verá el nombre de su mamá en la televisión, ni en la fachada de un hospital en su natal Camagüey.

Pero, obviamente, para gobernantes que no hacen épica de la tragedia si esta no es provocada por el enemigo imperialista – o como en este caso, a causa de una incontrolable situación de violencia en el país aliado – bien vale la pena unos cuantos muertos más, si con ello siguen resolviendo a buen precio ese petróleo tan necesario para que la economía del país no termine por colapsar del todo.

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viernes, abril 16, 2010

Noticias de la isla Utopía.

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AIN.- Sorpresivamente el Partido Restauración Nacional (PRN), encabezado por el ex - líder universitario y ex - preso político Renato Chivás, se ha colocado a la cabeza en las encuestas por el puesto presidencial para las venideras elecciones del mes de mayo, con un 68 % de las preferencias, en tanto el Partido Ecología Política (PEP), se alista como su más cercano competidor, con 32 %. Al final de la cola, después de otros siete, quedó el Partido Comunista de Cuba (PCC), con un 3.7 %, salvo en la ciudad de Guantánamo, donde alcanzaron un 13.4 % de la preferencia popular.

ANSA.- Yoandri Urgellés se incorporó esta semana a su equipo Industriales, en la Serie Nacional de Cuba, luego de concluir su trabajo en la recién finalizada temporada de las Ligas Mayores, donde este año, como jardinero derecho de los Medias Blancas, bateó para 391 y remolcó 84 carreras en la temporada regular. El Duque Hernández, dueño del equipo Industriales, lo recibió en el aeropuerto junto a varios de sus familiares y el manager Germán Mesa.

EFE.- En el día de ayer arribaron al puerto de La Habana los restos de Celia Cruz, tras ser exhumados en el cementerio Woodlawn de New York hace una semana, y trasladados vía marítima, por el estrecho de la Florida, para ser nuevamente sepultados en el Cementerio de Colón, de la capital cubana. Un mar de pueblo acompañó a la comitiva, encabezada por Gloria Estefan, Juan Formell, Willy Chirino, Omara Portuondo y el recién nombrado ministro de cultura, Pedro Luis Ferrer, hasta la casa natal de Celia en Santos Suárez, donde se expondrán los restos para que el pueblo pueda rendirle homenaje. Se ha anunciado la develación de un busto con la imagen de la cantante en el Parque Central, en una ceremonia donde se presentarán, además de los artistas ya mencionados, la orquesta Aragón y Xiomara Laugart, quien recientemente encarnase a la propia Celia Cruz en Broadway.

NOTIMEX.- La prensa internacional acompañó esta mañana hasta la aduana del aeropuerto José Martí a Emelina Estrada, primera ciudadana cubana en viajar sin el ignominioso permiso de salida oficial, desde que este fuese eliminado el pasado lunes por el recién constituido parlamento. La medida cristalizó un deseo popular largamente esperado, sólo superada quizás por otra medida previa, aquella que produjo la feliz eliminación, meses atrás, de la doble moneda y la paulatina elevación de los salarios.

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domingo, abril 11, 2010

Concierto de almas en pena.

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Dicen los que estuvieron allí, que el llamado Concierto por la Patria, organizado por el gobierno de Cuba en el protestódromo del malecón habanero, fue un espectáculo soso y con una asistencia mucho menor a la del reciente show de Calle 13, y ni hablar de la concurrencia de aquel otro que parafrasean, el Concierto por la Paz del pasado año.

Como no tuvo transmisión televisiva, por el momento sólo es posible ver algunos fragmentos en youtube, hechos con cámara aficionada, con el pésimo contraste que ofrece al lente el fondo de la tribuna, con Silvio leyendo su carta – preguntando cosas que Montaner le respondió hace rato –, con la escritora Nancy Morejón leyendo la letanía de una declaración que parecía redactada por Randy Alonso, ambos como almas en pena y con el público conversando en alta voz de cualquier otra cosa, y con las desangeladas participaciones de Sara González, Amaury Pérez, Paulito FG, Baby Lores, Cándido Fabré y unos pocos más que se prestaron a sacar la cara por los dictadores.

Fue la famélica conclusión a una campaña mediática que acusa a todo el mundo de hacer campañas mediáticas, el cierre pálido de una serie de intentos por reducir a estrategia de la CIA al reciente despertar global de la conciencia internacional sobre el tema cubano.

El reportaje previo, realizado por la actual periodista abanderada del Sistema Informativo, Dianik Flores, ¿Por qué concierto por la patria?, ofreció la versión de los gobernantes, la única que puede transmitirse en territorio nacional, comprometiendo ante las cámaras a diferentes figuras conocidas, actores y humoristas incluidos, algunos de los cuales ejercitaron con éxito el arte de la guataquería, con especialidad en oportunismo, en tanto otros trenzaron con mucho cuidado sus palabras para que no transparentaran lo que en verdad piensan en privado. En cualquier caso, los más inspirados defensores del régimen suelen ser los más acomodados y solventes, aunque en el escenario de la tribuna maleconera tampoco faltaron algunos revolucionarios de última hora, necesitados de un poco de promoción para sus apagadas obras.

Todos lloriquearon por el abuso de los medios masivos de comunicación al servicio de perversas potencias imperialistas, ninguno se quejó por servir de marionetas a una campaña estalinista que pretende seguir silenciando la pluralidad en la sociedad cubana. Pero con todo y el anodino espectáculo, seguramente las imágenes ya se están preparando en el filtro del Sistema Informativo para que la audiencia nacional crea que la función fue todo un éxito. La poca repercusión internacional, por supuesto, no será responsabilidad de tan insípido show y sus consignas espectrales, sino de la canallesca manipulación mediática de los enemigos de la revolución.

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martes, abril 06, 2010

Anatomía de Zuren.

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El mito de la medicina cubana rebasa, con mucho, a los inagotables matices de su controvertida realidad. México es una de esas naciones latinoamericanas que envía a jóvenes de pocos recursos para formarse como médicos en escuelas cubanas, de la misma manera en que recibe a muchos doctores cubanos que consiguen cruzar el mar, huyendo de un aparato orwelliano que, en franca contradicción con el espíritu humanitario de su oficio, termina negándoles algunos de los más elementales derechos al profesional que crece bajo sus alas sobreprotectoras.

Zuren Matutes, neurocirujano radicado en el noroeste mexicano, es uno de los tantos galenos de la isla que cada año asumen el reductivo término de “desertores”, un vocablo estalinista muy vigente aún en Cuba, o marcados como “gusanos” al decidir ejercer fuera del control gubernamental y tomar la costosa decisión propia de convertirse en emigrado. Esta vez, haciendo un paréntesis entre las muchas responsabilidades que su trabajo le exige en hospitales como el San José de Hermosillo, pasa un rato por El Punto Cubano, donde se toma un mojito, baila un poco de salsa con su esposa y amigos de ambas nacionalidades, y contesta algunas preguntas que tengo en mente hacerle desde hace meses. La nostalgia y el amor por La Habana, en especial por aquel rincón llamado Marianao, parecen flotar junto a nosotros durante toda la plática.

- Cuéntame de tu trabajo como neurocirujano en aquellos años del llamado “período especial”, con la isla hundiéndose en sus primeras grandes desilusiones.

Esa época se relaciona con la caída del bloque comunista, y la consiguiente pérdida de un subsidio de más de 5000 millones de dólares. Terminé la carrera en agosto del 93…

- Faltando apenas un año para el sonado “Maleconazo”, en agosto del 94…

Exacto. En septiembre el 93 comienzo la especialidad de neurocirugía, a través del llamado Plan Talento o de excepcional rendimiento académico, que era una especie de laboratorio donde se seleccionaban los alumnos de mejor promedio y se enviaban directo a la especialidad sin necesidad de realizar el servicio social ni los cinco años como “médico de familia”. En ese plan entraba el 1 o el 2 % de los graduados y, de los 28 egresados seleccionados - entre unos 3000 de mi graduación - sólo dos no pertenecíamos a la Unión de Jóvenes Comunistas. Una de las ventajas del plan era la de poder escoger el lugar y los profesores para cursar la especialidad, así que me fui al hospital Ameijeiras, aunque de inmediato me di cuenta de que no cubría mis expectativas profesionales, y me cambié al Hospital Carlos J. Finlay, de Marianao. Allí terminé mi especialidad en mayo del 98.

- ¿Y cómo te fue trabajando en un hospital militar?

Allí el trabajo era arduo, como en cualquier hospital del mundo, aunque teñido por la carencia de medicamentos de toda índole. Pero es una época que recuerdo con mucho cariño. Sé que en el futuro volveré a operar en ese hospital.

- ¿Cómo resolvía la supervivencia diaria un neurocirujano de tu talento en La Habana de los noventa?

Para cualquiera en Cuba la supervivencia es como practicar un deporte de alto rendimiento. Yo tenía un carro ruso, un Moskvich que me había dejado mi padre al irse a México en el 93, y en las madrugadas le servía de taxi a extranjeros que iban a divertirse a la tasca del restaurante 1830. Llegaba a casa a las 5 a.m., pero me ganaba unos dólares para comprar gasolina y poder ir al hospital a trabajar.

- ¿Cuánto ganabas entonces, operando cerebros?

El equivalente a unos 10 o 15 dólares al mes. Pero tener aquel viejo Moskvich resultaba una verdadera suerte para mí. Mis profesores de neurocirugía, mayores de 50 años, tenían bicicletas como medio de transporte, y llegaban bien temblorosos al hospital para realizar delicadas cirugías. Como allá la medicina es social, y la medicina privada está prescrita por el gobierno, cualquier entrada alternativa de dinero es ilegal. En ocasiones los pacientes del campo nos regalaban arroz, frijoles o algún animal como un pollo o un pato. Recuerdo una ocasión en que un paciente de Pinar del Río me regaló un puerco, para el fin de año del 97, y cómo lo repartí entre mis familiares, sintiéndome el hombre más importante de la tierra. A veces algún trabajador de gasolinera me regalaba gasolina, o me la vendía más barata, por supuesto a determinadas horas, para pasar desapercibido.

- ¿Y qué tal era la alimentación que te daban en el hospital?

Como el Finlay era del ejército, la comida era mejor que en otros hospitales. Así que tenía garantizado algún tipo de proteína. No obstante nunca faltaron días en los que, como cualquier cubano, desayuné agua con azúcar. Comí alguna vez el famoso bistec hecho con cáscara de plátano o de toronja, aquel popular engaño para el estómago.

- ¿Esas estrategias alternativas eran sólo de algunos médicos, o te parece que aquello era a mayor escala entre tus colegas?

Esa es una pregunta difícil de contestar. En Cuba la gente se cuida de decir que están “inventando”, aunque creo que la forma mas frecuente que tienen los médicos para obtener cosas, es con los pacientes. Por ejemplo, si alguno trabaja en un antro, puedes obtener una entrada y bailas en la disco, si es mecánico te puede arreglar el carro, si trabaja en una panadería te resuelve harina… Igual creo que sí, que la mayoría tenían estrategias alternativas, aunque la más socorrida era salir del país en una a misión, o de forma definitiva.

- Tengo entendido que tu inconformidad con la dictadura se hizo clara desde antes de salir de Cuba. ¿Cómo te las arreglaste para colaborar con la oposición sin perder tu trabajo, o tu libertad?

Conocía a algunos disidentes, como Elizardo Sánchez Santacruz, a quien atendí como paciente. Colaboré llevándole los conteos de votos de dos colegios electorales, cuando la votación del “Sí” del año 96. Ahí pude ver el alto número de votos anulados, que en un sistema como el cubano significa estar en contra. Evitaba ir a su casa porque sabía que estaba bien vigilada por la Seguridad, así que nunca me expuse directamente al mecanismo de vigilancia castrista.

- Cuéntame cómo fue que conseguiste evadir el cerco cubano y terminar ejerciendo tu profesión en México.

Para conseguir el permiso del ministro de Salud Pública, del rector y decano de la facultad, así como de inmigración para salir del país con permiso temporal de un mes, tuve que hallar los contactos adecuados y obtener los permisos correspondientes, usando métodos, por así decirlo, poco ortodoxos. Por supuesto, en mi hospital no sabían que iba a salir del país, eso lo tramité con la mayor discreción posible, al punto de que, saliendo un sábado, el viernes fui a operar a dos pacientes. El director del hospital, al enterarse de mi salida el lunes, fue a protestar al Ministerio de Salud por haberme autorizado sin el conocimiento del hospital. Algo interesante, tres meses antes de irme, se me acercó una de las enfermeras de la sala de neurocirugía para alertarme de que la contrainteligencia del hospital tenía rumores de que yo quería “desertar” del país y me estaban investigando. Esto me llevó a ser mas cuidadoso y solamente a mi familia mas cercana les informé del viaje, dos días antes. Por supuesto nunca me libré de las represalias, y pasé cinco años para poder sacar a mi familia, aún teniendo la ventaja de ser hijo único.

- Supongo que tampoco es simple para un médico empezar desde cero en un país extraño.

El proceso para trabajar en México fue largo. Tuve que esperar poco más de año y medio para legalizar mis papeles como médico neurocirujano, y medio año más para tener un trabajo neuroquirúrgico estable, precisamente aquí en Hermosillo. Había bregado por Chihuahua y Mazatlán, donde no tuve las mejores condiciones para ejercer la neurocirugía. Siempre es difícil abrirse paso al comienzo, porque estás en la mira de algunos neurocirujanos de la ciudad, que no pierden oportunidad para descalificarte, pero uno llega a aprender que esta es una sociedad diferente, con más oportunidades, y que el tiempo va poniendo a cada uno en el lugar que se merece por su trabajo y dedicación.

- Desde tu actual condición de médico cubano que vive y trabaja en el extranjero ¿cómo ves el panorama del actual sistema de salud en Cuba?

Ese panorama no escapa de la crisis extrema en que se encuentra el país. Hay falta de medicamentos, equipamiento médico, piezas de repuesto, malas condiciones de higiene y mantenimiento. La excepción que confirma la regla son los centros como el CIMEQ, que es donde se atiende la cúpula castrista, o los hospitales para extranjeros como el Cira García, el CIREN o Retinosis Pigmentaria. El éxodo masivo de médicos, incluyendo los mejores elementos de la nueva hornada de profesionales de la salud, ha obligado al gobierno a fabricar leyes inconcebibles en cualquier parte del mundo, como impedir la legalización de títulos médicos para la validación en el extranjero, tratando así de frenar ese éxodo.

- ¿Y qué hay de las nuevas generaciones y el intercambio con el mundo?

En mi especialidad, las nuevas generaciones no pueden intercambiar experiencias, ni nutrirse en cursos o congresos en el extranjero. Los jóvenes no son confiables, según los parámetros ideológicos del gobierno, y tienen muchas posibilidades de no regresar, así que a esos eventos sólo asisten los mismos médicos, unos cinco o seis, que en su mayoría rebasan los sesenta años, y que por su edad, prácticamente ya no operan.

- Cuando un médico cubano emigra, el gobierno de Castro suele reclamarle por su infidelidad a la revolución que lo formó, marcándolo como traidor a la patria y generalmente, prohibiéndole el regreso a su país. ¿Hasta qué punto crees que le debes tu éxito profesional a la escuela cubana de medicina y al estado cubano?

La escuela cubana de medicina siempre se ha destacado a nivel continental y no le debe su desarrollo a la revolución. Al liberarse Cuba de España, y bajo el protectorado norteamericano, se creó un sistema de salud pública organizado a semejanza del sistema estadounidense, siendo el más desarrollado de Latinoamérica. Este auge de la medicina cubana permitió tener figuras como el Dr. Carlos J. Finlay, el descubridor del agente causal de la fiebre amarilla y considerado uno de los cinco microbiólogos mas importantes de todos los tiempos, junto a nombres como Robert Koch y Louis Pasteur. El Dr. Joaquín Albarrán, eminente urólogo que hizo innumerables aportes a la urología mundial, fue otro de los ejemplos de médicos cubanos destacados de la época republicana. Eso sí, el estudio de la medicina en Cuba me permitió conocer magníficos profesores y una actividad académica donde tenías un contacto más cercano con los pacientes. En cierta forma la influencia social en la medicina cubana actual me permitió operar más casos de los que hubiera operado en otro país. En mi formación como residente de neurocirugía, mis profesores recibían el mismo salario, independientemente del numero de cirugías, así que se desmotivaban y nos dejaban a los residentes un mayor volumen de trabajo. Pero en general creo que la medicina cubana ha bajado su nivel. El acceso a literatura médica actualizada es muy difícil allá, y solo pocos hospitales, como el CIREN, pueden tenerlo.

- Me consta el reconocimiento que has tenido en el estado de Sonora, y el respeto que siente por tu trabajo la comunidad médica en la región. ¿Qué ha significado para ti ejercer la medicina en México?

Ha significado rehacer mi vida profesional y desarrollarme en un país que me ha dado la oportunidad de lograr muchos de mis sueños profesionales.

- ¿Qué es lo que más extrañas de La Habana?

Son 12 años fuera del país, y el tiempo va borrando muchas cosas. Te vas adaptando a tu nueva vida. Extraño mi familia y los amigos que todavía quedan allá.

- ¿Qué es lo que no querrías volver a ver en La Habana?
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El sistema comunista, por supuesto, y con ello ver renacer a La Habana, esa ciudad en ruinas que a ratos parece una ciudad en guerra.

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lunes, abril 05, 2010

Un congreso de la tercera edad.

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Tal y como era de esperar, el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas concluyó en La Habana en un ambiente que pudo haber sido cualquier cosa menos joven. Desde meses atrás, el vicepresidente primero, José Ramón Machado Ventura, con sus 79 años, encabezaba las discusiones en las asambleas provinciales previas a este congreso, instruyendo a los imberbes en “temas primordiales que definen la continuidad histórica de la revolución, y el papel que en ellos corresponde jugar a los jóvenes de hoy”. Ya para el domingo, el magno evento era clausurado por Raúl Castro, de 78 años, y en su retórica - además de aprovechar para seguir produciendo nipingalidad con el tema de las huelgas de hambre de la oposición, dejando sentado que no moverá un dedo ante la presión internacional - dejó bien clara la lenta, la súper lenta estrategia de cambios, la política de tortuga que la ancianidad de la cúpula prefiere mantener, y además, inyectar en vena a los jóvenes ancianos que participaron en el IX Congreso.

"Los que piden avanzar más rápido, deben tener en cuenta el rosario de asuntos que estamos estudiando'', decía Raúl entre los aplausos de miles de delegados que no alcanzaban a entender que esos asuntos se están estudiando hace muchos años, y que todos ellos podrían tener canas antes de que alguno termine por arreglarse. "Debemos evitar que por apresuramiento o improvisación, tratando de solucionar un problema, causemos otro mayor'', más aplausos y los arcaicos jovencitos entendieron, sin usar más neuronas que las ya programadas, que no hay nada más peligroso en Cuba que los cambios.

Ninguno de los delegados se preguntó - y si lo hizo se guardó muy bien de expresarlo en voz alta - qué demonios hacían estos camaradas de la tercera edad a la cabeza de un congreso exclusivo de la organización juvenil. La razón es simple: la UJC nunca ha sido una organización autónoma, sino sólo un escalón de adoctrinamiento para los aprendices del totalitarismo, la antesala del PCC. Al mismo macabro estilo de la Juventud Hitleriana, estas huestes de mozalbetes, inocentemente retrógrados, sólo están allí para apuntalar al régimen con una cierta imagen de lozanía, y en el peor de los casos, para secundarle en la represión paramilitar de manifestaciones opositoras.

Todo por la Revolución, dice el lema oficial del congreso. Y todo por la revolución significa, sin dudas, nada por el futuro, nada por las alternativas, nada por la lógica, nada por la evolución. Cuánta razón tenía el censo poblacional cuando descubrió que la población cubana estaba envejeciendo. Al éxodo indetenible de jóvenes que emigran a cualquier parte del mundo, habrá que agregar ahora el envejecimiento prematuro de estos muchachos de la UJC.

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Algunas de esas cosas del Guamá, que siempre me hacen
doblar de la risa, esta vez sobre el mismo tema del congreso:
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viernes, abril 02, 2010

Los que merecen morir por ridículos.

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Fui de los que defendió a capa y espada a Buena Fe cuando se presentaron en Miami. Entonces, tanto como ahora, creí que la libertad de elegir sigue siendo un bien precioso que la dictadura nos ha escamoteado, y que no tenemos derecho a limitar en perjuicio de ningún ser humano, sea cual fuere su posición política. Sigo siendo admirador de las canciones del dúo guantanamero, muchas de las cuales, compuestas con resuelta profundidad (en especial las del disco Catalejo), se adentran como estiletes en la deteriorada carne del régimen, pero no deja de asombrarme la inconsistencia del creador con su propia obra cuando es capaz, no sólo de expresarse de manera reaccionaria, sino de acobardarse más tarde ante las consecuencias de su posición.

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Quizás sea parte de un síndrome que comenzó con el maestro Silvio Rodríguez, un síndrome que ataca a creadores brillantes y que los repliega como seres humanos detrás del alcance que consigue su propia obra. Quizás Israel no sabía que una camarita estaba recogiendo las desafortunadas palabras en un concierto menor, y que al decir “la campaña contra Cuba”, tan eufemísticamente como el Granma, o “la jodedera de las Damas puñeteras estas de Blanco no se qué…”, su despectivo e irrespetuoso comentario trascendería a la chismosa red donde todo se sabe.

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Pero lo más decepcionante no es que se manifestase tan soberbio de las señoras que han recibido golpes y ataques de turbas intolerantes sólo por reclamar la libertad de sus familiares, prisioneros de conciencia, sino que más tarde, en entrevista telefónica para el canal 41, intentase disfrazar lo dicho con una justificación francamente infantil, en un claro chapoteo para no perder al público que tanto lo apoyó en la gira a los Estados Unidos. Si hubiese sostenido lo dicho, que las Damas de Blanco son unas puñeteras jodedoras, y no el temblor del Oriente cubano, aún discrepando habría que respetar su opinión, y con ella, su derecho a “dormir en respeto”, en lugar de merecer “morir por ridículos”.

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En momentos en que la escritora Ena Lucía Portela unió su firma a la campaña de condena al gobierno cubano, lista seguramente ya para que las autoridades procedan a desacreditarla con cualquier argumento disponible, convertida de la noche a la mañana en “mercenaria del imperialismo”, en asalariada de la “campaña mediática contra Cuba”, cuesta más trabajo entender la retórica de un artista tan valioso como Israel Rojas, con una obra crítica, mordaz, acaso contestataria, o más aún, entender que patine tan deslucidamente y no alcance a verse el meñique del pie con su catalejo.

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jueves, abril 01, 2010

Ponte la gorra, Roberto.

Pensé titular este post con algo como “Cacha tuvo un colapso en Santa Clara”, parafraseando a Camilo - que desde Dominicana hace unos días sacó un artículo, muy feliz él de que la Serie Nacional se fuera a decidir en los predios naranjas - pero luego me pareció poco caballeroso de mi parte ensañarme con el sufrimiento de este brillante escritor, con quien hasta el momento sólo sostengo esta pequeña e inocente rivalidad. En todo caso, me apoyo en otra bloggera, Regina Coyula, que vive en La Habana y apenas ayer sacó una bella entrada donde, aún confesándose devota de los azules, gustaba más de “soñar en colores”, como en un arcoíris de diferencias, todo un símbolo de la pluralidad a la que aspiramos en nuestra isla.

Más allá de las condiciones en que se organiza la Serie Nacional, del trasfondo ideológico que siempre adorna a las transmisiones – desde la valla exaltando a los dos Castro en el jardín izquierdo hasta la premiación de manos de la compañera del partido – la final de este play-off tuvo un gusto unificador sólo perceptible en hechos culturales de esta magnitud, esos que trascienden incluso a la política misma. El béisbol es consustancial a nuestra identidad, y su fiesta hace que cubanos de adentro y de afuera bailen al mismo ritmo que los batazos.

Esta vez los parciales azules nos llevamos el gato al agua, pero pudieron haber ganado los naranjas luego de ese dramático octavo inning. Quizás los de Villa Clara no debieron subestimar a Socarrás, ese larguirucho jovencito de raro aspecto, flaco miope con la camisa saliéndosele de la cintura y que a la postre le propinó un racimo de ponches a aquella batería de sluggers consagrados, cuando ya Industriales parecía agotado en su relevo titular. Quizás los villaclareños festejaron antes de tiempo el esperado campeonato, luego de quince años, y se confiaron en las ventajas que da ser home club, pero lo cierto es que por una noche millones de cubanos nos abrazamos, para reír o para llorar, en torno al estadio de Santa Clara.

Ya se lo había dicho al fogonero Venegas. La temporada en que ganaron otra vez los Yanquees de NY, parecía presagiar el triunfo de los leones, siempre recordando aquella afirmación del Duque Hernández en el documental de Ian Padrón: "Los mejores equipos del mundo son los Yanquees y los Industriales".

Mi hermana y mi cuñado no pudieron seguir el juego desde Canadá, al parecer las señales de Cubavisión por Internet estaban congestionadas anoche, pero como yo tuve la suerte de que me pusieran la final en un canal de cable, los iba actualizando por email. Cuando el domingo perdíamos aquel quinto juego en el latino, cuenta mi hermana que Robe le dijo: “Vaya, ni porque me puse la gorra de Industriales para ver el juego…”, así que esta vez, con toda la responsabilidad del mundo, le digo, sonriente y bajo un cielo más azul que otras veces: “Ponte la gorra, Roberto”.

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