miércoles, junio 30, 2010

Toy Story 3: pequeña rebelión en la granja.

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No recuerdo que en Cuba se haya exhibido públicamente alguna de las versiones que existen en cine de la novela Rebelión en la granja (Animal farm, 1945) de George Orwell. La contundencia del mensaje antidictatorial, los símbolos que el autor, con la parábola satírica de animales que revolucionan una granja, usa para probar la corrupción del poder en el esquema estalinista - fácilmente conmutables a la realidad del fidelismo -, hacen muy poco probable el riesgo de mostrar a los pioneritos cubanos a donde conduce, irremisiblemente, el totalitarismo castrista. Por eso tampoco creo probable que Toy Story 3 se ponga alguna vez en la Tanda Infantil del domingo en la mañana.

Aunque en esta nueva saga de la película de Pixar el fenómeno del falso paraíso, ese kinder controlado por el viejo Lotso, el oso de peluche, y fuerzas represivas que encierran a los juguetes, encima vigilados por un mono con platillos a través de pantallas múltiples (¿el Gran Hermano de 1984, la otra novela de Orwell?), se muestra en versión light, digamos, en la traducción fresa del fenómeno más acorde con el espíritu de divertimento infantil en 3D, la historia no deja de diversificarse en niveles de lectura que impactan según la edad o la madurez de quien la mire.


En la época en que Orwell escribió su novela de animales, desde su posición de socialista democrático (pertenecía al Partido Laborista Independiente) criticó duramente a la corrupción y decadencia del sistema estalinista. Los símbolos eran bien claros: el señor Jones era la monarquía zarista, Lenin era el “Cerdo Mayor”, el fundador de la doctrina que más tarde fuese distorsionada por Napoleón, el cerdo totalitario que representaría a Iósif Stalin, y que perseguiría a un Trotsky en forma de cerdo renegado, Snowball. Hasta Maiakovski se vería reflejado en Minimus, el cerdo poeta. La situación compleja de la decadencia, el paso de los “siete mandamientos” de la doctrina inicial a una adecuación contaminada, de la que no escaparía aquel famoso eslogan “Todos los animales son iguales… pero algunos son más iguales que otros”, no dejaría lugar a dudas acerca del contexto satirizado. Orwell, y también las versiones cinematográficas, manejarían de manera bastante directa la denuncia al nuevo orden dictatorial que surge con la destrucción del anterior.


Toy Story 3, armada en los estudios de Pixar, en California, ya no tiene el referente de la Unión Soviética para alertar a las nuevas generaciones sobre el peligro de las engañosas dictaduras comunistas que años atrás inspirase a George Orwell. Su maquinaria comercial, sin embargo, ha mezclado la efectividad del mercado con ciertos matices filosóficos de fácil lectura. El entretenimiento superficial se equilibra aquí con el guiño político, del que no escaparían esquemas tiránicos como el de Cuba, Irán o Corea del norte. Para un cubano que se sienta en la platea de un cine, que acompaña a sus hijos equipado con palomitas, soda y gafas de tercera dimensión, no puede escapar, de ninguna manera, la asociación con una realidad que le toca muy de cerca: el discurso engañoso de Lotso, y sus consecuencias en el encierro bajo llave de los más débiles - los que afrontan el trabajo duro con los violentos parvulitos - y los tenebrosos castigos en caso de sedición. El virtual lavado de cerebro que recibe Bozz Lightyear al ser formateado y puesto en contra de sus amigos, es también un código reconocible para quienes vivimos largo tiempo en la madeja de los CDR, atemorizados y silenciados por la persistente imagen del Ministerio del Interior (Ken, Bebé, pulpo y demás secuaces), como reveladora es la escena en la que la élite, a escondidas, se entrega al vicio del juego en la parte superior de la máquina de refrescos.


No es la primera vez que Disney-Pixar establece parábolas con nuestra realidad. En Ant Z, el protagonista, la Hormiga Z, rompía la formación de un “baile” programado, aquella especie de distracción controlada donde toda la colonia danzaba, cual zombis, al compás de La Guantanamera. El código, basado en nuestro tema folklórico más emblemático, era más que comprensible.


Aunque la subtrama política de Toy Story 3 - la del kinder dominado por un oso de peluche dictador - queda relegada al final por la historia principal de los juguetes que enfrentan el momento de abandonar al ya crecido Andy, el conflicto del encierro, la fuga y la búsqueda de un mundo más justo para los muñecos oprimidos ocupa la mayor parte del tiempo en pantalla, y dudo que a los programadores de la televisión cubana se les escape el hilo subliminal que termina en la rebelión de los lugartenientes principales de Lotso (Ken y Bebé), y la restauración de una feliz democracia representativa con olor a plástico nuevo en el jardín Sunnyside.


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4 comentarios:

carmen dijo...
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carmen dijo...

siiiiiii, vi la peli y me pareció lo mismo. Mis hijas veían lo que trata de dibujitos y niños, y yo estaba viendo a Cuba, que buen analisis, rodrigo

Anónimo dijo...

No la he visto, pero voy con mi chama al cine este mismo fin de semana. Él a divertirse, yo por masoquismo.
Gracias. Como siempre, brillante.
RPR

Ricky dijo...

Yo tampoco la he visto, pero sí conozco bien la de la granja, y es un retrato de Cuba también.