domingo, agosto 29, 2010

La censura no existe, mi amor.

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Quedé extasiado cuando vi el letrero. A ninguno de mis compañeros – todos pedagogos mexicanos en un evento rutinario – les impactó como a mí. Acostumbrados a decir en voz alta lo que piensan, aquel nombre, que alguien dio a uno de los salones del centro de estudios del diario El Imparcial, no les causó más sorpresa que la acción del cubano raro tomándole fotos al cartel con la camarita del celular.


“Aula Libertad de Expresión”. El rótulo cubre la entrada a uno de los espacios del rotativo, y no pude dejar de establecer el paralelismo. En cualquier parte de mi tierra – no ya soñar con la sede de alguno de aquellos boletines del partido comunista que cumplen la función de periódicos –, en cualquier parte del territorio nacional un cartel como este sería tomado como un llamado subversivo, como una agresión del enemigo a los principios revolucionarios. Así de simple fluctúa la mecánica contrastada de las reglas fidelistas: la declaración universal de los derechos humanos se volvió literatura terrorista, discrepar es traicionar a la patria y reclamar la reanimación económica es anexionismo.


Llegué a casa, y mientras descargaba aquella imagen del lema redentor, el correo me ponía sobre aviso acerca del mensaje en Facebook de una vieja amiga que aún trabaja en la televisión cubana. Esa ex colega del ICRT, de cuyo nombre es menester no acordarme, me decía que la censura había vuelto a apoderarse del organismo, que todas las señales apuntaban a “un nuevo quinquenio gris, y estoy siendo eufemística”, me subrayaba después de asegurar, transcribiendo con precisión el acento habanero, que “la cosa está feaaaaa”…


Suponiendo que la opinión pública internacional siga creyendo que se avecinan reformas raulistas, cambios importantes que reanimarán la vida y el bolsillo del cubano medio, este mensaje de mi amiga – creadora de gran talento en cuya honestidad confío plenamente – me habla entre líneas de una nueva ofensiva contra la libertad de expresión, de una censura que toma nuevos bríos para controlar más y mejor a cualquier espacio de libre pensamiento. Lo curioso del asunto es que, en la consabida reversión de los valores fidelistas, para muchos esto no será más que una necesaria arremetida en contra de la influencia imperialista y la injusta guerra mediática diseñada para difamar a la noble revolución cubana.


O lo que es lo mismo, al decir de Pichi de Benedictis en aquel tema que cantaba Juan Carlos Baglietto: “La censura no existe, mi amor, la censura no existe / la censura no existe mi / la censura no existe / la censura no / la censura / la… / l…”


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jueves, agosto 19, 2010

Niños de la guerra mediática.

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Fui uno de esos niños que en el año ochenta, arrastrados por multitudes que repudiaban, odiaban y maldecían, veía desaparecer las más elementales normas de la decencia para volverse un pequeño gendarme de la intolerancia, tirar huevos y chapapote a las casas de las “escorias”, aquellos “gusanos apátridas” que habían decidido marcharse del país. Fui un niño que presenció escenas de cruda violencia, de sórdida violencia, grupos apaleando a personas inocentes en las cercanías de la embajada del Perú, o en la puerta misma de la casa de algún futuro marielito. Comenzaban los ochenta y todavía muchos de nosotros andábamos por el barrio confundidos y adoctrinados, mezclando las bolas y la chivichana con el pendenciero anhelo de ser como el Che.


Todo eso parecería historia antigua, anécdota de los años ochenta con sus mitines de repudio, si no fuera porque hace apenas horas, principiando ya la segunda década del siglo XXI, en Baracoa, Guantánamo, una niña era llevada por sus padres, ambos miembros de las tristemente célebres brigadas de respuesta rápida, a repudiar con violencia a unos disidentes. Como en los viejos ochentas, la turba arremetió contra la casa de los “mercenarios al servicio del imperialismo” que habían puesto una bandera y un cartel, repudiando en silencio a la dictadura. La niña recibió parte de las piedras y botellazos que volaron destrozando ventanas, y salió herida del encuentro, sangrando gracias al heroísmo de sus padres, integrantes activos del pelotón asignado a reprimir a los cinco opositores pacíficos.


Por supuesto, las autoridades revolucionarias trataron, en primera instancia, de culpar a los disidentes de lo ocurrido a la niña, pero como lo de las piedras y las botellas había sido idea de ellos, los revolucionarios, al final se tuvieron que conformar con encauzar a los apátridas por “alteración del orden”, es decir, que los activistas hicieron un tremendo escándalo público al pararse calladitos delante de una casa con la bandera cubana.


Este mismo gobierno muchas veces critica a los ejércitos que involucran menores en sus acciones bélicas. A nosotros, desde pequeños nos enseñaban preparación militar, nos adiestraban para disparar con ametralladoras y tirar granadas, y por lo visto, la mala costumbre de incitar infantes a agredir en nombre de la patria, no ha desaparecido del todo. Una niña de Baracoa ya sufrió las consecuencias del odio que sus padres trataron de inculcarle.


Esos padres ya cumplieron aquel viejo sueño de ser como el Che.


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lunes, agosto 09, 2010

Apocalipsis de las cazuelas.

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La Habana, pleno agosto de 2010, un apocalíptico dictador con la mente sembrada en la guerra fría, y en los deliciosos años de divertida amenaza nuclear, dice: “…Yo no tengo la menor duda de que los SOVIÉTICOS están trabajando en esta dirección, con vistas a (bhrjh%&…) lo veo, lo percibo, lo palpo y LO SÉ, ADEMÁS. Estoy hablando de dos grandes potencias (zzzz) Además, el caso de la URSS es terrible, están sufriendo en estos momentos un desastre…”


No conforme con situar al Big Bang a sólo 18 000 años, y seguir con la cantilena de que el mundo se va a acabar, inyectando pánico a los cubanos que, en su gran mayoría, no acceden a otras informaciones ni saben que el resto del mundo sigue ajeno al inminente apocalipsis, el discurso del prócer en la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional jamás pisó tierra cubana del siglo XXI, ni mencionó uno solo de los tantos problemas insolubles de la economía y la política dentro de la isla.


Fidel Castro convocó a la reunión sin tener derecho legal a hacerlo (las sesiones extraordinarias sólo pueden ser convocadas por el Consejo de Estado, o por la tercera parte del total de diputados), pero quizás parafraseando a su homólogo Luis XIV, el comandante diría “El Consejo de Estado SOY YO”, que un trámite más o menos no iba a impedir que alertásemos al mundo de la hecatombe que se avecina, y de paso desviar un poco la atención de la verdadera apocalipsis: la de las cazuelas cubanas.



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Fragmento de la nueva sitcom cubana, Everybody loves Castro, en el Palacio de

las Convenciones.

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sábado, agosto 07, 2010

Agotar los caminos.

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Si te vas a dormir

salgo a caminar

con el fin de agotar los caminos.


- Enserie.



Llegábamos en tren a Santa Clara. Eran los noventa y la poesía, trenzada con la hambruna y el hedonismo, sobrevivía como parte inseparable de nuestras vidas. Mucha fuerza emergía del arte nómada, y en las noches bastaban un poco de mala bebida, un patio y una guitarra, para sobrevivir y creer.


Creer, como la más humana de las necesidades animales. Quizás la poesía nos salvaba, aunque en ese tiempo aún no lo sabíamos con certeza.


En El Mejunje, un rincón santaclareño donde misteriosamente convivían travestis, ancianos bailadores de danzón, repentistas guajiros, teatreros y cantautores de la novísima trova, a menudo acontecían noches para pasarlas como si aquel sitio fuese la estación final de los viejos trenes, aquellos trenes destartalados que traían idealistas empedernidos desde cualquier parte del archipiélago, y los depositaban en las gradas y las mesitas de madera, como en un juego de paz, amor y libertad predestinado a agotar los caminos, más tarde o más temprano.


Pero ahora estamos en los noventa. Todavía los muchachos del trío Enserie no se han separado. Raúl. Levis y Roly aún no desactivan la poesía común por dispersarse lejos de Santa Clara y del archipiélago. Nosotros compartimos con ellos el terreno de las metáforas, esas rarezas que resbalan por el brazo de una guitarra, y nos pegamos, sedientos de belleza, al regazo de una jovencita intelectual que traduce cualquier lírica al lenguaje de las feromonas.


Todavía no nos alejamos de la juventud, ni de la frontera pintada de azul en un horizonte inabarcable. Todavía los aviones no sustituyen al verso, ni los pasaportes al acorde de una guitarra en la tranquila noche de Santa Clara. En este momento escuchamos a Raúl, Levis y Roly en El Mejunje, los noventa no se van a terminar nunca y somos muy felices.



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Parece un aguacero. Trío Enserie: Raúl Cabrera, Levis Aliaga y Rolando Berrío.

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