lunes, mayo 16, 2011

Bailando con Celia Cruz, oyendo a Silvio y Pablito.

Anoche llegó otro buen pedazo de Cuba al Está Cabral de Hermosillo. Frank Delgado, más que cualquier otro trovador, aglutina porciones de la isla y las combina en una materia multicultural que se puede mezclar con la comida y la bebida de cualquier parte. Algunos de los cubanos presentes pudimos asombrarnos con el cálido entendimiento del resto, mexicanos que en su mayoría eran capaces de hacer coro a muchos temas conocidos, El blues del apagón, Utopía, La otra orilla, o pedir algunos tan insólitamente contextuales como Río Quibú.
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Fran Delgado, con su guitarra, su gorra y su excéntrica camiseta con los íconos mezclados del Che y Maradona, pasó por esta ciudad para sembrar un poco más de acento habanero en la noche del desierto. No importa que haya nacido en Consolación del Sur, Pinar del Río, y que insista en el desatinado gentilicio de “consolador” por encima del “consoleño” oficial, Frank Delgado es un engrudo musical fabricado en La Habana, desbordado de anécdotas habaneras y con la visión más habanera posible de Santiago de Cuba, Tanzania o Buenos Aires.
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“Los trovadores viejos hablamos más de lo que cantamos”, decía mientras combinaba la “muela” con muchos de aquellos temas que tantas veces nos tocó disfrutar en espacios cubanos, años atrás, lo mismo en un teatro desbordado que en la sala de una casa, entre amigos comunes. Frank siempre era el mismo Frank, sin máscaras y sin pelos en la lengua.
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Aquel disco grabado en la Casa de las Américas en tiempos de la más grosera crisis económica, para muchos significó un respiro en las ansias de libre expresión. La crítica social implícita venía enmarcada en la profundidad del verso, en una sabiduría callejera que alcanzaba a decir las cosas que tanto necesitábamos oír en público.
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Sin haber sido jamás disidente, Frank ha sorteado con fineza y honestidad ese borde cortante de la opinión diferente y la deuda con las utopías. Ahí están sus dos versiones sobre la imagen del Che Guevara, Con la adarga al brazo y Si el Che viviera, que si bien en la primera se lo coloca como resguardo en su cartera, en la segunda, “entrevistando a su corazón y dejándolo en penumbras duraderas”, deja la posibilidad de que a estas alturas el ícono guerrillero fuese “un ornamento sin talento / un represor del sentimiento / una escoria que viviendo de su historia inmoviliza las ideas…"
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Pero más allá de las etiquetas, baste el cálido reencuentro con este pedazo de Cuba en un restaurante trovero de Hermosillo, para recuperar varios años de ausencia, varios años de vivir sin el acento habanero por todas partes, como el agua en La isla en peso de Piñera.
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Basten un par de horas escuchando a Frank Delgado para que funcione la máquina del tiempo y las aduanas pierdan su maléfico hechizo. Los cubanos tenemos mucho más que dos orillas, y por más que a algunos todavía les moleste, muchos persistiremos en seguir bailando con Celia Cruz y oyendo a Silvio y Pablito.
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1 comentario:

Alex dijo...

Me encanto la nota! que diera por tener una visita de Frank en Costa Rica, Saludos!