sábado, diciembre 31, 2011

Oración de año nuevo: Los cubanos dejamos a Dios por incorregible.

Padre nuestro que estás viendo CNN,

santificada sea tu vocación por el sacrificio cubiche

en el aniversario 53 de la gloriosa revolución

que nos quitó la gloria y nos dejó

libreta de abastecimientos, discursos, promesas y tarjeta blanca,

venga a nos la resignación

pues ya sabemos que somos el Job del siglo XXI

que cada año te rogamos por el término de las humillaciones

de la fragmentación familiar

de la doble moneda y la doble moral

de la hipocresía religiosa al recibir a tu representante en la tierra

del vampirismo aduanal

del apocalipsis económico

de la policía política y las prisiones de conciencia

del picadillo de soya

y nada.

Hágase tu voluntad y por lo visto

también la voluntad del barbudo anticristo

que habla sin autorización en nuestro nombre

así en la tierra como en el cielo.

Danos nuestro pan de cada día, el pan de la cuota a los de adentro

y el pan de la nostalgia a los de afuera,

perdona nuestras ofensas o incluso que nos caguemos en ti

cada vez que se anuncian reformas y sólo llegan nuevos aranceles

así como nosotros perdonamos

a esos creyentes de la izquierda que siguen rezando por el falso mesías,

No nos dejes caer en la tentación de orar

para que acabes de una vez nuestra agonía, pues ya sabemos

que somos el Job de siglo XXI y que tu voluntad

es que sigamos siendo hijos de la dictadura platanera

marionetas de la aristocracia verde olivo

parias del poder maligno.

Haz lo que mejor te parezca

y líbranos del bien.

Amén.

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miércoles, diciembre 28, 2011

Entrevista con el Wiwichu González, primer narco cubano en el norte de México.

Llego con una capucha en la cabeza, sin saber exactamente a dónde me han traído, aunque puedo calcular que estoy en alguna parte de la frontera entre Sonora y Chihuahua, entre Agua Prieta y Nuevo Casas Grande, a pocos kilómetros de Arizona. Cuando finalmente puedo ver la luz, me hallo en una hacienda con caballos finos y carros de último modelo por todas partes. Escucho unos disparos muy cercanos, pero mi acompañante me tranquiliza diciendo que sólo se trata de unos chavos haciendo práctica de tiro con unas AK-47 que acaban de llegar desde Nicaragua.

Encuentro al Wiwichu González desayunando con café con leche y pan con mantequilla. “Pasa, chama”, me dijo muy afable, “no te preocupes por todas esas ametralladoras, ellos saben que mis compatriotas son intocables en toda esta región”…

Me brindó pozole, siempre aclarando que estaba picante y que él siempre prefería desayunar como en su casa de La Lisa, en La Habana, ligero y sin enchilarse. No creí pertinente ingerir alimento alguno, dado que mi estómago aún temblaba de nervios, así que esperé unos minutos a que acabase, y salimos al patio, para comenzar la entrevista.

¿A qué te dedicabas en Cuba? ¿Algo que ver con el crimen organizado?

No, nada de eso… En Cuba el crimen organizado está muy controlado, muy acaparado por las autoridades. No hay chance de abrirse camino por ahí, a no ser que seas hijo de algún general. Tuve contactos con oficiales que traficaban diamantes, mientras pasaba el servicio militar en Angola, cuando la guerra, pero no me dieron mucha participación. Claro que por mi cuenta me las arreglé para conseguir efectivo traficando latas de carne rusa, y marfil, pero nada de envergadura realmente, si lo comparo con esto de ahora.

¿Cómo llegaste a México y te convertiste en el famoso Wiwichu González?

Cuando regresé de Angola estudié Licenciatura en Deportes. Tuve suerte porque llegué a Sonora como instructor de Polo Acuático. Trabajé tres años en el CUM (Centro de Usos Múltiples), pero me aburrí de que el gobierno cubano se cogiera el 70% de mi salario, y me casé con una preciosa sinaloense que luego resultó ser sobrina de uno de los capos más respetados en el noroeste. El tipo era chévere de verdad, no te voy a decir su nombre, pero sí que fue él quien me puso el mote de El Wiwichu, porque me conoció en la Navidad del 2007, y el villancico ese, “wiwichu a merry crismas…”, estaba sonando en la radio cuando me recibió.

Supongo que haya sido difícil llegar hasta la cima de tu organización criminal…

Un poco, sí. Vaya, siempre hubo algunos que no les gustaba que yo fuese extranjero. Alguno que otro me lo demostraba de manera más evidente tratando de matarme, pero en general los capos mexicanos aprecian a los cubanos. Dicen que tenemos muy buena formación académica, y que eso siempre es positivo. En mi caso, haber estado en Angola fue un buen precedente. He podido ayudar mucho con lo aprendido allá, combinando tácticas militares con las mañas del tráfico ilícito internacional. También haber pasado el preuniversitario en Ceiba Uno fue determinante. Aquella escuela en el campo era como un presidio, y si sobreviví allí ¿cómo no iba a prosperar entre estos otros camajanes?

¿Extrañas La Habana?

A cada rato me da el gorrión, aunque no me puedo quejar, porque voy dos o tres veces al año de visita. Incluso ya tengo medio resuelto un cargamento de bazookas y un tanque ruso, de uso pero en buenas condiciones, con un alto oficial del ejército, un amigo mío de Angola que llegó a coronel y ahora también es gerente de una firma que comercia electrodomésticos. Yo le mando un poco de lo mío y él feliz. Hasta un avión Mig-23 me quería dar el mes pasado, pero me negué porque todavía no he podido entrenar aquí pilotos de caza.

Pero tus raíces… ¿se han perdido un poco en este ambiente ranchero?

Eso nunca. La verdad, uno de los grandes problemas que he tenido para llegar a ser capo en esta región, es que detesto la música norteña. Tú sabes, no hay narcotraficante que no guste de la banda, y yo soy más bien casinero. He tratado de enseñar a mis subordinados a bailar salsa, pero qué va, se la pasan brincando y no captan la cosa con la cintura.

Háblame de tus planes futuros.

Asere, un narco nunca debe hacer muchos planes. Hoy estás bien con la policía, haciendo tus negocios en paz, pero mañana te cambian al gobernador y te quitan la protección para dársela a tus competidores. Un día estás así, tranquilo con tus caballos, tu carro del año y tus jevitas, al otro día te mandan al ejército para hacerte la vida un yogurt. Yo no quiero terminar en una prisión de alta seguridad, así que no planifico mucho el futuro, a no ser que aquello en Cuba siga mejorando y mis socitos de las fuerzas armadas sigan por donde van. Entonces sí que pudiera mudarme para allá, y poner algún buen tráfico de drogas para asegurar mi vejez.


La conversación se interrumpió cuando uno de los lugartenientes del Wiwichu apareció para comunicarle que ya estaban listos para ir a la junta con el gobernador y el jefe de la policía. Él se disculpó muy cortés y se ofreció para llevarme hasta las afueras de Hermosillo. Acepté, dejé que me pusieran otra vez la capucha, y durante todo el camino de regreso pensé en los valores del cubano, en su carácter industrioso, en sus posibilidades de prosperar cuando tiene opciones.

El Wiwichu González, quitando algún que otro detallito como el asesinato en masa o la corrupción a las autoridades, no es otra cosa sino un espíritu emprendedor, un cubano más que encontró su camino lejos de la patria, y que sólo sueña con regresar a ella, para aplicar sus experiencias y edificar un futuro mejor.

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lunes, diciembre 19, 2011

Cuba y Corea: las dinastías no disimuladas.

Ahora que murió Kim Jong-il, y muchos se preguntan si en Cuba, a la muerte de Fidel Castro, acaso se verán imágenes tan ridículas como las de aquellos plañideros tirándose de las greñas en Pyong-Yang, cabe plantear algunas diferencias básicas, que quizás acentúen las similitudes.

En primera instancia, los coreanos tienen un legado más allá de la ideología comunista: son un pueblo acostumbrado, desde la aparición legendaria del rey Tan-gun, en el 2333 a.C., a que los gobierne alguien con ínfulas de dios y a aceptar a la herencia de sangre como legítima fuente de poder. Quienes se asombran de estas imágenes recientes, quizás olvidaron otras, más patéticas aún, cuando la muerte de Kim Il-sung, en 1994.

No puede decirse que Cuba estuviese alguna vez ligada espiritualmente a la monarquía española, al menos desde el surgimiento de la conciencia nacional, por lo que nuestra dinastía actual ha llegado en su propio contexto, sin tradición de leyendas milenarias, aunque, eso sí, elaborando, edulcorando detalladamente sus propios mitos, sus fábulas y sus dioses vivientes.

Ambas son dinastías no disimuladas. La coreana pasa por encima de sus preceptos marxistas con el descarado nombramiento de cada uno de los Kim, cuando el anterior ya ha fallecido, recuperando la arraigada tradición oriental del pueblo guiado por un emperador bajado de los cielos. La cubana pretende asegurar la pureza del proceso con un nepotismo no muy místico pero sí muy práctico. Mientras Fidel Castro delegó en Raúl, todo bien. Raúl - cuando ya quedaron fuera del camino otros líderes más carismáticos que pudieron haberle hecho sombra - se perfiló como el segundo histórico para prolongar la dictadura, pero en los últimos años ha comenzado a destacarse también su hijo Alejandro Castro Espín, coronel del Ministerio del Interior y mal solapado candidato familiar a la sucesión, luego de que su papito lo convirtiese (sin más méritos que haber perdido un ojo en un accidente no bélico durante la contienda de Angola) en su asistente personal, para irlo entrenando en cuestiones de estado. Todo un Kim-Jong-un sin méritos, listo para asumir la sagrada dirección de la patria socialista.

No es sencillo especular hasta qué punto ambos pueblos pueden experimentar cierta sensación de estabilidad mientras se mantiene el mismo apellido por décadas, o hasta qué punto la imposición del poder mismo no deja más opciones que seguir a los emperadores y representar sainetes como ese de la muerte de Kim Yong-il o las movilizaciones políticas de los cubanos para campañas ideológicas, que tampoco excluyen alguna que otra ceremonia de santería oficialista para rogar por la salud eterna del máximo líder.

Un hecho es claro como el agua: tanto en Asia como en el Caribe los extremos se tocan, y un sistema totalitario comunista, en sí mismo fuera de contexto histórico – que trata de conseguir a toda costa el igualitarismo en una época de universal pobreza - con el paso de los años empieza a mutar hacia el feudalismo y la monarquía. Sin recursos para resolver las necesidades básicas, para cumplir las promesas, se refugian en el culto a la personalidad y en la fe ciega en sus sagradas escrituras. Sus líderes se vuelven monarcas acaudalados y sus pueblos, la gleva.

¿Habrá llantos plañideros en La Habana a la muerte de Fidel Castro?... Con toda seguridad que sí. También habrá muchas más escenas, homenajes, conciertos luctuosos, documentales y todo cuanto pueda apoyar al mito del dios encarnado, ese que, mientras puedan, tratarán de perpetuar a través de la herencia genética.




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lunes, diciembre 12, 2011

¿Qué esperamos los cubanos de Benedicto XVI?

Ahora que el monseñor Jorge Félix Pérez ha informado oficialmente a la prensa que el papa Benedicto XVI se dará una vuelta por Cuba antes de semana santa, parecen concretarse todos esos anuncios previos de esta segunda visita papal a la isla, y la certeza de que el gobierno debe estar ya dando carreras a ver cómo le saca mejor partido a don Joseph Aloisius Ratzinger.

El referente inevitable es la anterior visita de un sumo pontífice – y la primera – cuando Juan Pablo II, en 1998, se aventuró a pasearse en su papamóvil por las calles cubanas. En ese entonces muchos nos quedamos con la boca abierta al ver a la Plaza de la Revolución engalanada con un gigantesco Sagrado Corazón, y nos preguntábamos cómo era posible que los mismos gobernantes que apenas diez años atrás perseguían, marginaban, censuraban y atomizaban a la religión (cualquier religión, sin distinción entre paganos y católicos) a nombre del marxismo-leninismo, se sentaban ahora muy cerquita de Juan Pablo II y escuchaban sus homilías con la misma piedad que el más devoto de sus feligreses.

Juan Pablo II fue uno de los papas más carismáticos de la historia, una verdadera superestrella del catolicismo, consecuente, sabio, atrevido y original. Su paso por Cuba fue publicitado por todo lo alto y la prensa de todas partes lo siguió en sus apariciones, encantada con el contacto directo de un ser humano que, por momentos, parecía ser más poderoso que los propios hermanos Castro. Si ese papa hubiese querido, con sólo levantar un dedo habría terminado la dictadura que en esos momentos ya llegaba a los cuarenta años. Pero la humildad de Juan Pablo II apenas lo dejó pronunciar aquella famosa frase de que “Cuba debía abrirse al mundo, y el mundo debía abrirse a Cuba”. Fidel Castro lo aplaudió emocionado en primera fila, aún sin la menor intención de que Cuba se abriese al mundo en lo que le quedase de vida.

El gobierno aprovechó el paso de aquel deslumbrante anciano por la vida interior cubana, para legitimarse ante el mundo. El encarcelamiento a los creyentes, la ruina de los templos, las expulsiones de sacerdotes fuera del país y de los fieles fuera de sus trabajos o estudios universitarios, todo eso quedaba atrás, con un piadoso velo de silencio y como si los culpables hubiesen sido otros. Si antes a un joven podía costarle la carrera el sólo hecho de que su madre insistiera en tener un Sagrado Corazón en la sala de su casa, ahora ese mismo cuadro era permitido, en escala mucho mayor, junto a los otros íconos del castrismo en la Plaza de la Revolución. De pronto Jesús de Nazareth tenía la misma importancia que el Che Guevara.

La visita de Benedicto XVI en la próxima primavera – y que extenderá hasta México – no va a traer nada nuevo a los cubanos, como no sea el movimiento mediático alrededor de un papa mucho menos esplendente y mucho más conservador.

La propia iglesia cubana (que no es otra cosa sino una ramificación del propio pontífice) ha pactado desde hace años su tranquilidad con los gobernantes, ha optado por la discreción a cambio de presupuesto, cemento, ladrillos y espacios para orar. Han intermediado en el destierro de muchos disidentes y han preferido callar ante el sufrimiento contenido, ante la miseria absurda y la falta de libertades de sus propios seguidores.

Benedicto XVI no llegará con la intención de propiciar una Cuba abierta al mundo (como tampoco llegará a México para halarle las orejas al crimen organizado y la corrupción), sino sólo para continuar con ese parlamentarismo desconcertante que ha llevado a tantos gobiernos de este planeta a reconocer a los Castro como los legítimos gobernantes de nuestra patria.

Habrá recorridos motorizados por avenidas repletas de devotos y curiosos, cánticos, proselitismo convencional, palabras misericordiosas y una buena ración de hipocresía política. Eso es todo lo que va a traer a Cuba la inminente visita primaveral de Benedicto XVI. Nada más.

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sábado, diciembre 10, 2011

Cagarse en los Derechos humanos.

LA HABANA (Prensa Latimba). Hoy recibió su jabita de estímulo – con un jabón Nácar, una pasta de dientes Perla, un plátano burro y un paquete de salchichas – el compañero Atanasio González, secretario general del sindicato en Comunales del Municipio Arroyo Naranjo, por su valentía al enfrentarse a un camarógrafo de AP en el malecón de La Habana. Atanasio, luego de haber sido casualmente movilizado desde su municipio hasta el malecón, en la noche lluviosa del viernes (lo cual, según nos explicó después, le trajo un sinnúmero de molestias, pues se perdió el capítulo de la novela, y en la refriega extravió un tacón de su único par de botas), dio el paso al frente al llamado de Raúl Castro y enfrentó a unos periodistas extranjeros que osaron provocar a la Revolución. Según le explicó el oficial de la seguridad que fue a buscarlo a su domicilio, unos mercenarios pagados por el imperialismo iban a lanzar fuegos artificiales en el mar, para celebrar el día de los Derechos Humanos.

“Yo me cago en la madre de los derechos humanos”, expresó muy emocionado al recibir su jabita de estímulo en solemne acto, tal y como años atrás había dicho en una manifestación en contra del disidente Oscar Elías Biscet. El compañero Pancho Hoyos, teniente coronel del Minint, felicitó a Atanasio por haberle dado tremendo gaznatón al periodista de Associated Press, y por haberle roto la cámara, con lo cual, según sus propias palabras, “esos periodistas americanos van a aprender a respetar a los revolucionarios y a la democracia cubana, la más perfecta del mundo…”

“¡Abajo los Derechos Humanos!”, fue el reclamo de los presentes, todos miembros del sindicato en diferentes empresas comunales de la capital, y seleccionados regularmente, debido a sus cualidades revolucionarias, para formar parte de la masa espontánea de ciudadanos que siempre llegan por casualidad a los lugares donde se manifiestan los opositores.

“Aquí en Cuba, los revolucionarios no queremos a esos Derechos Humanos”, dijo Atanasio en un sentido agradecimiento a sus compañeros, “ya tenemos a Fidel y a Raúl”. Habló además de la valentía de otros compañeros que se enfrentaron a las Damas de Blanco y no las dejaron salir de la casa de Laura Pollán. “Esos camaradas arriesgaron sus vidas”, agregó, “pues pudieron pescar tremenda gripe por gritarle consignas en la calle a esas mercenarias, debajo de la llovizna que cayó anoche”.

Atanasio González se fue muy contento para la parada, a coger la guagua para Arroyo Naranjo, aún cojeando por la falta del tacón de su bota, pero muy feliz por haber cumplido con su deber, por haber demostrado su lealtad a Fidel, a la Revolución y al Socialismo.

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Video donde, en el minuto 1:06, aparece el compañero Atanasio cagándose en la madre de los Derechos Humanos, durante un mitin en contra del doctor Biscet.

Los fuegos artificiales lanzados por la flotilla desde aguas internacionales, tal y como fueron vistos en La Habana.
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jueves, diciembre 08, 2011

El problema de Ramonet.

Dice textual el artículo aparecido en Cubasí.cu: “El escritor franco-español Ignacio Ramonet, de visita en Cuba, condenó el bloqueo electrónico de Estados Unidos contra los cubanos, una situación que calificó de más criminal que la hostilidad económica, comercial y financiera de Washington contra La Habana desde hace medio siglo.

Ramonet, director hasta el 2008 de Le Monde Diplomatique, y autor de Cien horas con Fidel, parece ser un entusiasta de la nueva era digital, y así lo ha dicho a los estudiantes de la Universidad de La Habana, mientras presentaba su libro La explosión de la comunicación y reclamaba que los jóvenes cubanos puedan tener el mismo acceso a internet que el resto del mundo.

No porque tenga dos doctorados honoris causa (uno en Santiago de Compostela y otro en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina), el señor Ramonet queda a merced del ridículo que genera la ignorancia, o quizás, la mala intención.

Me niego a creer que Ignacio Ramonet desconozca que los Estados Unidos llevan años tratando - desde la época de George W. Bush y con el objetivo político que sea - de incorporar a Cuba a la 2.0; me cuesta trabajo asimilar que no sepa cómo, en marzo del 2010, el gobierno de Obama eliminó muchas de las sanciones que impedían a compañías como Microsoft y Yahoo! ofrecer sus servicios en Cuba, Irán y Sudán. Es imposible que un señor con su nivel de información y entusiasmo por la globalización digital, no sepa que al gobierno norteamericano le interesa muchísimo que la gente en Cuba pueda acceder a Internet, sobre todo después de haber comprobado la efectividad de las redes sociales en la Primavera Árabe.

Pero lo más inconcebible de creer es que Ignacio Ramonet no entienda que el único bloqueo al desarrollo de Internet en Cuba lo ha puesto el propio gobierno cubano, que si esos jovencitos de la UH no pueden acceder a la prensa mundial es sólo porque a los Castro no les conviene aquello de que, según sus propias palabras de ayer: “todo el mundo tiene la capacidad de producir información …”, que permitir libre acceso de la red a un país adoctrinado pudiera ser fatal para la hegemonía ideológica de la dictadura, y que no es casualidad que ni se haya vuelto a mencionar el cable de fibra óptica que hace casi un año llegó a las costas cubanas, supuestamente para arreglar el déficit de banda ancha.

Me resisto a creer que Ignacio Ramonet sostenga, por despiste o inocencia, una tesis tan ridícula como esa de que en Cuba no hay internet por culpa de los americanos.

Semejante postura no tiene más lógica que la de aferrarse a la mustia leyenda de la infalibilidad verde olivo. A menos que su cerebro haya quedado irreversiblemente lastimado luego de pasar Cien horas con Fidel.

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lunes, diciembre 05, 2011

Un sueño emigrado.

Una de las tantas cosas que definen a La Habana del más reciente medio siglo es que, aún con toda la solidaridad que todavía despierta su leyenda entre diversos sectores de la izquierda mundial, no suele ser destino para emigrados de otras naciones del mundo. Algún que otro extranjero puede radicarse allí, por matrimonio o negocio, pero las estadísticas se volvieron aplastantemente desproporcionadas entre los miles que cada año abandonan la capital cubana, y los poquísimos que se asientan en ella.

Muy en el pasado quedaron aquellos tiempos en que chinos y gallegos llegaban de ultramar a buscar prosperidad. Muchos apoyan hoy, de lejos, a esa Habana que no prospera, muchos alientan, de lejos, la lucha ideológica en contra del imperialismo yanqui, pero muy pocos sueñan ya con ir a vivir a una ciudad sin opciones. Ninguno, y esto es categórico, emigraría a Cuba para empezar desde cero en las condiciones habituales del cubano promedio.

Por eso se acrecienta mi asombro cuando descubro que Sonora, el estado mexicano que escogí para vivir, tiene en estos mismos momentos más de once mil extranjeros, de los cuales la comunidad cubana, al menos en la ciudad capital, Hermosillo, parece ser la más activa y numerosa.

Muchos como yo vinieron a este paraje del noroeste a trabajar, a ganarse el sustento, a tener familia, a prosperar… Hermosillo no es ni la mitad de La Habana en extensión o población (aunque el estado de Sonora sea varias veces mayor al territorio cubano), pero recibe y alimenta a muchos más emigrados que los que pudiera soñar nuestra Habana del presente, esa que incluso rechaza a sus propios emigrados, a los que se fueron y, con el concurso de la ley, a los que llegan del interior del país hasta una capital harto sobrepoblada.

Cada año, el festival.

Otra vez me correspondió ser testigo y activista en el Festival del Migrante que, por octavo año consecutivo, organizan en Hermosillo el Instituto Nacional de Migración y las diversas comunidades de extranjeros. Otra vez la plaza Zaragoza, frente a la Catedral, se colmó con los estantes de países como China, Argentina, Brasil, Angola, Estados Unidos, Ecuador, Armenia, Cuba… Otra vez los hermosillenses pasaron varias horas del domingo probando comidas autóctonas y disfrutando gratuitamente del espectáculo cultural multinacional.

La helada tarde-noche dominguera, que repitió momentos de carnaval (danzas de Angola y Brasil) con bloques de música culta (la familia Hovsepyan, de Armenia), y disfrute trovadoresco con tangos argentinos, terminó con el paroxismo de la música cubana, a cargo del holguinero Gustavo Asencio Quiles y la orquesta Salsa Sonora. Por un buen rato las comunidades extranjeras en esta ciudad reafirmaron, gracias al apoyo, al cariño y la complicidad de los nativos, que las fronteras del mundo son apenas una ilusión.

Sigo soñando con ese día en que acaso renuncie a mi condición de emigrado para regresar a mi querida ciudad natal, pero también sueño con que esa misma Habana vuelva a ser el amable destino de muchos extranjeros, de miles de mexicanos, españoles, judíos, chinos, rusos, brasileños… Sueño con una Habana que, con sus defectos incluidos, invite a mucha gente a vivir en ella. Sueño con una Habana cosmopolita y buena anfitriona. Sueño con alguna versión de la libertad (como la esperanza, de cualquier color) entre los múltiples y acongojados laberintos de la aduana nacional.

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Durante la rueda de prensa, promoviendo el evento, en la Universidad del Valle de México, con el Delegado del INM, Alejandro Salas, y representantes de las comunidades de Estados Unidos, Cuba y Argentina.


Delante del stand de Cuba, una demostración de baile.
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