miércoles, enero 25, 2012

Cuba: un estado en perpetua negación.

He extraído de un estudio sobre pacientes con enfermedad en fase terminal, este párrafo: “Frente al diagnóstico de la enfermedad y ante el pronóstico de muerte, la persona se rehúsa a creer que el asunto tenga algo que ver con ella. El paciente terminal suele asumir que en alguna parte se cometió un error, que los reportes médicos están equivocados o que las pruebas clínicas se refieren a otra persona. La fase de negación suele movilizar a los pacientes a buscar una segunda opinión, pero muy pronto esta fase se desvanece para dar paso a otra de indignación, hostilidad y rabia (…)”

A esta etapa se le denomina “fase de negación”, y resulta curioso cómo funciona igual para las personas que para los gobiernos.

El mío, el cubano, se está muriendo lentamente, y mientras se engaña elaborando estrategias para parecer más saludable de lo que en realidad está, se adentra en una fase de negación en la que los hechos no son tan importantes como el reporte médico que debe anunciar, de todas todas, que el paciente está mejor que nunca.

La majadería terminal se potencia en argumentos tan desesperados como afirmar que Wilmar Villar – preso político recientemente fallecido en una huelga de hambre – “ni era preso político ni estaba en huelga de hambre”… La negación a ultranza, inmediatamente achacada a una “campaña difamatoria de los enemigos de la revolución”, no tiene en cuenta que desde noviembre del 2011 existían reportes regulares acerca de la huelga de Villar Mendoza, también de la manera en que la interrumpió cuando le aseguraron que sería liberado, y de cómo la retomó al descubrir que había sido engañado. El paciente terminal niega todo, asegurando que el fallecido era un preso común, golpeador de mujeres, y bloqueando internamente los comunicados emitidos por su viuda – la presunta golpeada – pues nadie tiene el derecho de rebatir la palabra oficial, mucho menos algún testigo que le lleve la contraria.

Y no es extraño que el gobierno persista en que Wilman Villar era un preso común. De reconocer que se trataba de un prisionero de conciencia, y de que su muerte fue algo más que la muerte “natural” de un hombre saludable de 31 años, estaría dejando la posibilidad de que alguien estuviese dispuesto a dar la vida por una causa en su contra. Al patalear con la eterna acusación de que cada opinión contraria es una opinión vendida al oro del imperialismo, le resultaría difícil enmarcar a este hombre como un mercenario, puesto que los mercenarios persiguen el dinero y no suelen estar dispuestos a morir.

Pero la negación del enfermo terminal sigue más allá de las coyunturas o las crisis políticas, más allá de darle un doctorado Honoris Causa a un iraní que comete genocidio, que negó el holocausto, que ejecuta a homosexuales y discrimina a las mujeres. La negación llega a la infamia de borrar el legado cultural cuando sus protagonistas son personas no gratas al régimen. Mientras México hace fiesta por la nominación al Oscar de Demián Bichir y Emmanuel Lubezki, el Granma notifica el reconocimiento de la academia a Chico y Rita, sin mencionar al cubano que inspiró el filme y compuso su banda sonora, Bebo Valdés. El descomunal músico nacido en Quivicán no existe para la prensa cubana, ese incansable instrumento de negación y manipulación nacional.

Cosas como estas se dan cuando el líder de la revolución – el comandante que desde hace años luce perpetuamente en las últimas, aunque se resista a abandonar la política y el mundo de los vivos –, asegura en su más reciente reflexión, que “(…) Un periodista de Granma, Juventud Rebelde, noticiero radial, o cualquier otro órgano revolucionario, se puede equivocar en cualquier apreciación sobre cualquier tema, pero jamás fabrica una noticia o inventa una mentira”...

La negación incluye también la congelación de la memoria. Cuando el comandante afirma, en la misma reflexión, “(…) No ignoramos que ahora en España gobiernan los admiradores de Franco, quien envió a miembros de la División Azul junto a las SS y las SA nazis para matar soviéticos”, desacreditando a los que ahora repulsan la muerte del preso político desde la península y la Unión Europea, esconde socarrón el hecho de que él mismo fue admirador de Francisco Franco, y que en noviembre de 1975 decretó tres días de duelo oficial en Cuba por la muerte del dictador español.

No ver la realidad es ya una práctica de supervivencia psicológica para ese cadáver en ciernes que es el estado cubano. Sólo nos queda rezar para que no se produzca jamás la fase que, en los moribundos, sigue a la negación: la fase de “Rabia”, esa que según los estudiosos, ocurre cuando el paciente entiende que su situación es realmente seria, y se torna un individuo iracundo, resentido hacia los seres saludables que lo rodean.

Quedarían las etapas de “Depresión”, “Negociación” y finalmente “Aceptación”, pero todos sabemos de sobra que, con este paciente en particular, las negociaciones y aceptaciones no son algo probable.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Francamente no hablar del Bebo ha sido una constante bajeza. Buen Post hermano!Tenchy