martes, febrero 21, 2012

Pocholo Cotilla, el agente cubano que burló a la CIA.

Entrevista con el autor de Metiendo con el rostro, volumen testimonio de su paso por la Agencia Central de Inteligencia, como infiltrado de la Seguridad cubana, y su peligrosa labor dentro de la Universidad de La Habana.


La tarde cae sobre la Fortaleza de la Cabaña, y caen también dos toneladas de copias del libro Metiendo con el rostro, en el stand de la Editora Política del PCC, en la Feria del Libro de La Habana. Pocholo Cotilla, el feliz escritor, accede a contestar a nuestras preguntas mientras espera por si alguno de los ochocientos jóvenes que han traído en guaguas desde una secundaria de Regla quisiera algún ejemplar autografiado. Como parecen más interesados en un reguetonero que hace pruebas de sonido en una tarima cercana, Pocholo se deja fotografiar y comenzamos el diálogo.


Compañero Cotilla, su libro Metiendo con el Rostro recrea pasajes escabrosos de su misión, cuando estuvo infiltrado en el enemigo. ¿Alguna vez estuvo en peligro real?


Claro que sí, muchas veces. Como el agente Angulo, para la CIA, tuve que meterme en las aulas universitarias, y seducir a algunas jovencitas para ponerlas de parte de los malos, y el peligro de eso está en que a uno se le rompe el corazón cuando te desprecian, algo que me pasaba constantemente y que sólo resistía gracias a mis convicciones revolucionarias.


Y como el agente Abelardito, para la seguridad cubana, ¿no tuvo que enfrentar el rostro del enemigo, usar las armas, en pos de la libertad de los pueblos oprimidos por el imperialismo?


Bueno, tú sabes, ya no son los tiempos de “En silencio ha tenido que ser”… Ahora el peligro no está en rescatar a un guerrillero en Tegucigalpa, o en matar al coronel García, sino que la cosa es como de escuchar y soplar, tú sabes, ya nosotros los agentes ni siquiera nos lucimos en Miami con avioncitos y eso, desde que se cepillaron a la Red Avispa – aunque todavía quedan algunos de nosotros en la radio de La Florida, o por ahí metiendo cabeza como pueden – así que el riesgo nuestro, en el campo de batalla universitario, es que algún estudiante te tire una tiza cuando estás de espalda, o que, ya asumiendo tu papel de contrarrevolucionario, te acerques a las Damas de Blanco, llegue una turba organizada por la policía y cojas tu trancazo de rebote, o tu patada en los testículos por parte de un oriental del contingente Blas Roca.


En su libro, usted revela las estrategias del imperialismo yanqui para destruir a la Revolución. ¿Cómo contactaron con usted desde Langley para tratar de convertirlo en traidor a la patria?


Me contactaron a través de un primo mío cuya suegra estaba casada con un desmochador de Cumanayagua que tenía a su padrastro en el South West de Miami, creo que a través de un sobrino de este señor fue que me hablaron, no recuerdo si fue desde Langley, o si fue de la OFICODA de Guanabacoa, el hecho fue que me llamaron por teléfono y me preguntaron si yo era el primo de Angulo. Eso tenía que ser una clave de espionaje, así que de inmediato informé al Departamento de la Seguridad del Estado, quienes me nombraron agente Abelardito, y me dieron instrucciones para que me acercase a los estudiantes de la universidad y les hablara mal del gobierno, a ver si alguno caía y así podían botarlo de sus estudios universitarios.


Por supuesto, los estudiantes revolucionarios repudiaron sus opiniones en contra de la patria…


La verdad es que sólo uno, el hijo de un viceministro, defendió al sistema. Los demás se explayaban cada vez que los sonsacaba, y me decían que se cagaban en el gobierno y que tenían tremendas ganas de comerse un bistec de res. Pero yo sé que lo hacían para disimular, para que la CIA creyera que los jóvenes no querían a su revolución. Lo sé porque esos mismos que un día despatarraban de los dirigentes y el partido, al otro día estaban en un acto político con banderitas y todo, apoyando al socialismo.


Usted apareció ante las cámaras de televisión en un programa especial, donde reveló que en verdad no era un traidor a la revolución, sino un héroe anónimo… ¿Cuál fue la reacción de sus conocidos al enterarse finalmente de la verdad?


La presidenta del CDR se emocionó mucho y me trajo un platico de arroz con leche. Se disculpó por haberme roto la puerta de la casa con un hacha la semana anterior, por haberme embarrado de chapapote los muebles de la sala y por haberme gritado “mercenario hijoeputa” delante de mi hija de seis años, la tarde aquella en que mandaron a un camión con policías de civil para cercar mi casa y golpearme con bates de béisbol. Yo me emocioné mucho también, porque sabía que aquello no había sido algo personal, sino la justa indignación del pueblo hacia un presunto gusano apátrida que había cometido el imperdonable crimen de hablar mal del gobierno. Después me han llevado a muchos actos, más o menos veinte o treinta por semana, y a muchos programas de televisión, informativos sobre todo, pero también infantiles y musicales. Hace tres días me pusieron en el escenario de un estudio del ICRT mientras tocaba la orquesta de Paulito FG, y estuve como media hora de pie al lado del timbalero. Lo importante es que el pueblo sepa que el imperialismo está tratando de desestabilizar a la Revolución.


Aquí en esta Feria del Libro es impresionante como la gente lo reconoce y le brinda su apoyo.


Así es. A cada paso alguien me reconoce, me saluda o me señalan por dónde tengo que ir. Entre tanto tumulto, parece que quieren estar seguros de por dónde voy, y me lo indican diciéndome: “Beeeeee”… Eso es muy reconfortante.



Ya casi se hacía de noche en la fortaleza de La Cabaña, y por un instante creímos escuchar alaridos de fantasmas, miles de almas en pena de aquellos enemigos de la revolución que fueron fusilados por el Che Guevara sin juicio a inicios de los años sesenta, pero sólo se trataba del concierto de reguetón que ya comenzaba. El libro Metiendo con el rostro quedaba como el más vendido de la feria, que había sido dedicada a Virgilio Piñera (un desafecto de los años setenta, un pervertido homosexual que al parecer ahora hay que tener en cuenta, supongo que para contentar a la prensa extranjera), gracias a que cada ejemplar costaba sólo tres pesos moneda nacional y estaba impreso en un papel muy bueno para usos higiénicos.


Pocholo Cotilla se despidió de este reportero, y de inmediato se subió a un jeep que lo llevaría hasta la boda del sobrino de un general, donde serviría de perchero, siempre a modo de recordatorio acerca de su valentía e integridad, y de las patrañas y calumnias del imperialismo yanqui en contra de nuestro proceso revolucionario.


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El compañero Pocholo Cotilla departiendo, en la sesión de un acto político-cultural, junto a Raúl Castro y el Ministro de Cultura.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué gracioso! Esto está genial...! Cuántos Pocholos!!

Ruben dijo...

Hmmm ... gran labor del agente ... como habra tenido que trabajar para que los jovenes cubanos piensen mal de la revolucion !!! ... cuanto esfuerzo !!!

Genial la parodia.

Andy dijo...

Para orinarse de risa. Pero a los que tengan estómago sensible, no den clic en el enlace a la entrevista real, que se les puede fastidiar el día. El tipo es un chiva despreciable.

Anónimo dijo...

Wichy me he reído muchísmo. Muy buena tu entrevista al personaje que evoca el "alto contenido humano". Le zumba caballero' el mango!